ANIVERSARIO DEL 17-A

¿Qué memoria?

Nunca se ha mostrado la Rambla tan desnudamente humana como después del atentado

Un quiosco de prensa, en la Rambla de Barcelona.

Un quiosco de prensa, en la Rambla de Barcelona. / JORDI COTRINA

Javier Pérez Andújar

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Ya no se anda del mismo modo por la Rambla. Y las calles de la Sagrada Família vigiladas por los Mossos nos muestran en qué nuevo mundo vivimos. En realidad, habitamos el mismo mundo que antes de hace un año, los mismos fantasmas, las mismas guerras, la misma pobreza, pero desde que le tocó a nuestra ciudad no es tan igual. Ahora no se cruza la Rambla al paso de quien solo pretende evitarla, dejarla atrás cuanto más rápido mejor para esquivar el gentío. Ya no solo se fija uno en el remolino del más maravilloso paseo de Barcelona, ya no se presta únicamente atención al aspecto de los turistas, a las caras del mogollón llegado de todo el mundo, ahora también se examina de reojo el sitio por donde vienen los coches. Nos ha quedado ese gesto a modo de memoria.

¿Qué memoria? Se han convertido en noticia tantos sucesos en los últimos tiempos, se les ha dado a tantos acontecimientos categoría de trascendentales y luego se han evaporado, va todo tan rápido, que la vida cotidiana, que es donde ocurren las cosas, se ha convertido en una trituradora y hace papilla ciegamente todo lo que trae cada día, no importa si tiene nombre o no lo tiene, o si exige su derecho trágico a ser nombrado de otra manera. Y en las casas ha habido tantos desahucios, tantos enfermos tirados en los pasillos de urgencias, tanta gente despellejándose para llegar a fin de mes, que las llamas no nos dejaban ver el incendio. Lo que nos pasó a todos parece que les pasara a extraños. Que ocurrió aquí, pero no a nosotros. Que lo hizo gente de aquí, pero no de la nuestra.

Ahora hace un año que unos jóvenes de Ripoll, organizados por el imán de su ciudad como una célula terrorista a la sombra del Estado Islámico, decidieron perpetrar una masacre. Fallaron en el último momento, y a la desesperada se lanzaron con una furgoneta por la Rambla. Asesinaron a 16 personas y dejaron más de 130 heridos. Mataron a puñaladas a un chico en la Diagonal para robarle su coche, y a la noche volvieron a intentar en Cambrils (Tarragona) otro atentado, que le costó la vida a una veraneante. Ocho de los terroristas también perdieron la vida.

Los 'no lugares'

Todo esto ocurrió en Catalunya, el epicentro fue la Rambla de Barcelona, pero el objetivo era el mundo. Hubo muertos de más de treinta países. Sabemos que existen los 'no lugares' (son los hoteles, los aeropuertos...), y acaso a estas alturas la Rambla se haya convertido en un sitio así. Pero los 'no lugares' están hechos de 'sí personas'. ¿Qué tiene en común la gente en los 'no lugares'? No es un credo, ni una bandera. Es algo más humano. Por ejemplo, unas chancletas, o sentir en la mano el frío de una botella de agua el doble de cara. Nunca se ha mostrado la Rambla tan desnudamente humana como después del atentado. Me refiero a la gente que ayudó, y me refiero también a los homenajes populares que se apiñaban en un árbol, en una farola. Hace mucho que los quitaron, pero cada vez que paso los siento en su sitio. Los veo en el recuerdo. Callados en todos los idiomas del mundo.