INFANCIA VULNERABLE

Luchar contra la pobreza infantil

Un 28,5% de los niños y niñas en Catalunya vive bajo el umbral de pobreza, según Idescat, cifra en la que se profundiza poco en el día a día

POBREZA INFANTIL

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Beatriz Silva

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El calor y el verano están asociados en el imaginario colectivo a una infancia feliz. Huelen a playa, arena, excursiones, helados, juegos al aire libre, pero también a la posibilidad de disfrutar una vez al año de unas vacaciones en familia. Pocas veces nos detenemos a pensar que para una parte importante de nuestros niños y niñas, el calor y el verano no representan ninguna de estas cosas.

Un 28,5% de los niños y niñas en Catalunya vive bajo el umbral de pobreza, según Idescat. Una cifra alarmante, de la que hablamos mucho en términos estadísticos, pero en la que profundizamos poco en el día a día. ¿Qué significa ser un niño o una niña pobre en nuestro país?¿De qué hablamos cuando hablamos de pobreza infantil?¿Dónde están en días como estos en que la televisión se llena de imágenes infantiles risueñas y refrescantes?

La mayoría pasa las vacaciones de verano en su cas,a que suele ser un lugar precario y sin comodidades. Uno de los problemas sociales más graves de nuestro país es la dificultad de acceso a la vivienda de las familias más vulnerables. Cuando hablamos de niños y niñas que viven bajo el umbral de la pobreza, bajo el umbral de la pobreza,hablamos de menores que sufren desahucios, viven realojados en una habitación, hacinados o en viviendas que no reúnen las condiciones mínimas porque están deterioradas, tienen humedades, y en las que normalmente no hay espacio para jugar o hacer los deberes.

Sin comida correcta

Son niños y niñas que no tienen acceso a una alimentación adecuada porque su familia no puede permitirse comprar carne, pescado, fruta o verdura fresca con regularidad, pero también porque la precariedad del hogar impide en muchos casos que haya un adulto en casa para encargarse de preparar una comida correcta. Son niños y niñas que no disponen de ropa adecuada para la época del año, que en verano sufren con el calor pero en invierno pasan frío porque calentar una vivienda es algo que sus familias no se pueden permitir. Son niños y niñas que nunca disfrutan de unas vacaciones en familia porque la economía de sus hogares está centrada en la subsistencia.

Según datos del INE de, 2017, un 30% de los hogares de Catalunya no puede permitirse ir de vacaciones al menos una semana al año; un 33% no tiene capacidad para afrontar gastos imprevistos; un 6,6% se ha visto en la situación de no poder hacer frente a los gastos de alquiler o hipoteca o a los recibos de suministros en los últimos 12 meses, y un 49,3% tiene dificultades para llegar a fin de mes.

Detrás de estas cifras hay menores que lo pasan mal, hay rostros de niños y niñas que necesitan desarrollarse, que no disponen de unos mínimos vitales y que se encuentran lejos de las imágenes infantiles de verano sonrientes y satisfechas que vemos en televisión.

Las personas que hemos conocido de cerca los barrios donde viven sabemos que hay adolescentes en Barcelona que nunca han visto sitios emblemáticos como la Rambla o la Sagrada Família, porque la precariedad de sus familias les ha impedido siquiera plantearse la posibilidad de dar un paseo por la ciudad en los últimos años. Estos días esos menores están aún más atrapados en la realidad de sus barrios porque no tienen la ventana que significa ir el colegio o acudir a un centro abierto. Muchos se quedan en casa sin la compañía de un adulto con una llave colgada al cuello. Y aunque la playa está muchas veces a unas estaciones de metro, no la disfrutan porque no tienen quien les lleve o porque el transporte público es algo inasumible si la prioridad de una familia es pagar el alquiler o la factura de electricidad.

Diez años de crisis

Este año se cumplen 10 años del inicio de la crisis económica, que comenzó en el 2008 y que significó para una parte importante de la ciudadanía, pero especialmente para la infancia, un deterioro muy importante en su nivel de vida.

La crisis provocó una grave caída de los ingresos de las familias más pobres en Catalunya. Sobre todo, asegura el sociólogo y director general de la Oficina de Lucha contra la Pobreza Infantil, Pau Marí-Klose, de los hogares que tenían niños y niñas a su cargo que siguen aún sin recuperarse.

Estamos haciendo, además, muy poco para combatir las altas tasas de pobreza infantil. Todos los informes, incluido el más reciente de Save the Children, revelan que las transferencias son escasas y poco efectivas.

Mientras los países miembros de la Unión Europea invierten en políticas sociales destinadas a infancia y familia una media del 2,4% de su producto interior bruto (PIB), en Catalunya este porcentaje es de apenas un 0,8% y en España, de un 1,3%.

Niveles de Escandinavia

Un estudio encargado en el 2010 por el Síndic de Greuges calculaba que en el año 2005 se habrían necesitado 531 millones de euros para reducir la pobreza infantil en Catalunya a la mitad poniéndola al nivel de los países escandinavos. La cifra era equivalente a la mitad del presupuesto que tenía en esos momentos la 'conselleria' de Benestar Social i Família. No estamos hablando de cifras desorbitadas o inasumibles para la economía de Catalunya.

El Gobierno español ha asumido que esta es una cuestión prioritaria. Entre otras medidas, ha creado la figura de la Alta Comisionada contra la Pobreza Infantil. Es hora que en Catalunya tomemos consciencia también de su gravedad y coloquemos a la infancia en primer lugar. Tanto la ciudadanía, que debe exigir responsabilidades a sus representantes políticos, como los grupos políticos presentes en el Parlament y el Govern, que es el encargado de desplegar y hacer realidad las políticas públicas. Luchar contra la pobreza infantil es posible y es una obligación ética, política y económica. No puede seguir siendo nuestra gran asignatura pendiente.