Análisis

Contigo empezó todo

La ramplonería y la provocación de estar por casa son las principales contribuciones de Madonna a la industria de la música

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lmmarco43226357 singer songwriter madonna arrives at the metropolitan museum180508134046 / REUTERS/BRENDAN MCDERMID

Ramón de España

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Como todo el mundo, me enteré de la existencia de Madonna Ciccone hacia 1983, cuando ponías la tele a cualquier hora y te topabas con el videoclip de su primer éxito, 'Like a virgin'. Como tantos otros, cometí el error de creer que aquella chica que hablaba de alguien que la hacía sentir como una virgen, tocada por primerísima vez, desaparecería rápidamente del panorama musical, pues el tema me parecía ramplón y falsamente provocador. Luego resultó que la ramplonería y la provocación de estar por casa iban a ser sus principales contribuciones a la industria de la música. Y, sobre todo, que era la primera de una larga lista de divas que ahora emponzoñan la lista de discos más vendidos mientras la vieja fábrica de talento, energía e ideas renovadoras que conocíamos como rock and roll iba cerrando sus puertas con la colaboración inestimable de grupos pretenciosos como U2 y sus alumnos, entre los que cabe destacar a Coldplay por su fofez y a The Arcade Fire por su habilidad para darnos gato por liebre.

Comparación ofensiva con David Bowie

Algunos optimistas desinformados se han empeñado en comparar a Madonna con el David Bowie que se inventó a Ziggy Stardust y su banda, The Spiders from Mars, pero la comparación me resulta ofensiva. Sí, ambos personajes han tenido muy en cuenta la parte teatral y visual de sus conciertos, pero Bowie, un tipo que siempre se adelantaba a su público, legó a la posteridad un montón de canciones magníficas, mientras Madonna se ha limitado siempre a darles a sus fans lo que queríantemas birriosos a más no poder, sobreproducidos y con unas penosas ansias de trascendencia en las letras. Reconozco que hay dos canciones suyas que puedo escuchar sin que me dé un cólico nefrítico, 'Like a prayer' y 'Ray of light', pero con dos canciones en una carrera de 35 años no basta para ir por ahí tirando cohetes.

Sobre su participación entusiasta en 'Evita', la infame opereta del insufrible Andrew Lloyd Webber, más vale adoptar un piadosos silencio. Lo mismo puede hacerse con su, digamos, carrera cinematográfica. Por ahí no la siguieron ni sus fans más incondicionales, pues las películas solían ser más malas que la tiña y su presencia en ellas no contribuía precisamente a mejorarlas. El cine, eso sí, le permitió conocer a dos de los hombres de su vida, Sean Penn y el director británico Guy Ritchie, responsable de unos 'thrillers' tan violentos como inverosímiles y falsos -a Ritchie no le interesaba el crimen, sino la coreografía-, cargados de trucos y bromitas visuales supuestamente ingeniosos, que hicieron las delicias de algunos 'moderniquis' (el hombre se redimió levemente con su primer 'Sherlock Holmes', pero volvió a las andadas con el segundo).

Musicalmente, Madonna lleva años repitiéndose. El repertorio de provocaciones facilonas no se ha renovado gran cosa. Y ejercer de 'sex symbol' a los 60 puede convertirla en la nueva Mistinguett. Su principal mérito es haber sobrevivido a Lady Gaga, su clon, que es como el innecesario 'remake' de una película no muy buena que todavía está en cartel.