Opinión | Editorial
El aniversario del 17-A
La conmemoración de los atentados yihadistas no es el momento de efectuar las legítimas reivindicaciones políticas del independentismo
Esta semana, Barcelona y Cambrils conmemorarán el primer aniversario de los atentados yihadistas del pasado 17 de agosto, que dejaron 16 muertos en el peor ataque de raíz islamista en España después de los del 11 de marzo del 2004 en Madrid. Las imágenes de la Rambla de Barcelona con las víctimas en el suelo tras el recorrido asesino de la furgoneta y el pánico en el paseo Marítim de Cambrils forman ya parte de la historia del país.
Un año después, toca honrar a las víctimas, recordar lo sucedido y hacer balance. En el terreno de la investigación, se ha confirmado que la intención de la célula encabezada por el imán de Ripoll Abdelbaki Es Sattyimán de Ripoll era cometer el mayor atentado yihadista de la historia de Europa, con objetivos como la Sagrada Família, el Camp Nou y la torre Eiffel de París. Tan solo el accidente que sufrieron en la infausta casa de Alcanar con los explosivos evitó que culminaran sus planes. A falta de que se celebre el juicio, la investigación aún tiene puntos oscuros, concentrados sobre todo en la figura de Es Satty, su relación con las fuerzas de seguridad y los servicios del espionaje y si la descoordinación, recelos policiales u otros motivos le permitieron permanecer fuera del radar a pesar de que en público en la mezquita hacía llamamientos a "matar infieles".
Desde el punto de vista de la convivencia, la sociedad catalana dio una lección de firmeza y madurez desde el principio. El eslogan "No tenim por" resumió la voluntad de no dejarse amedrentar por el terror, y en este tiempo transcurrido cabe felicitarse de que lacras como la islamofobia no han prendido en el cuerpo social. Catalunya sigue siendo una sociedad abierta y de acogida, y en sí mismo ello constituye la peor derrota de los yihadistas,
Sin embargo, políticamente Catalunya es una sociedad dividida alrededor del 'procés'. Aquella fractura que se intuyó en la manifestación posterior a los atentados no ha hecho más que agrandarse en un año de crisis institucional aguda, hasta el punto que amenaza la propia conmemoración del 17-A. La intención de una parte del independentismo de usar, de nuevo, la repulsa contra los atentados para organizar una suerte de escrache a Felipe VI es inaceptable. Como jefe del Estado, el Rey representa a todos los españoles en el dolor y el respeto a las víctimas. Las reivindicaciones políticas del independentismo son legítimas, pero el 17-A no es el momento de efectuarlas.
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