Opinión | Editorial
Tormenta política sobre Barcelona
Como se ha visto en la crisis de los manteros y de actos de incivismo, la escasa mayoría de Colau es una debilidad que no va a hacer más que incrementarse
Las tormentas de verano son intensas, acompañadas de gran aparato eléctrico y suelen descargar importantes cantidades de agua en muy poco tiempo. En plena canícula estival, el gobierno de Ada Colau se halla sometido a una suerte de tormenta perfecta. La crisis de los manteros, los botellones y otros actos de incivismocrisis de los manterosbotellonesactos de incivismo que ponen a los vecinos al límite de su tolerancia, de forma especial en la Barceloneta. Nada es nuevo, pero la incomodidad y la fatiga de los ciudadanos siempre requieren respuestas. A medio y a largo plazo para elaborar estrategias de prevención, pero también planes de choque que generen confianza y tranquilidad.
Necesidad de medidas ágiles y eficaces
La alcaldesa de Barcelona ha sido reprobada por su gestión en seguridad y civismo en una comisión municipal extraordinaria forzada por la oposición. La agresión a un turista estadounidense por un grupo de manteros provocó la cita, pero el debate se extendió a la situación general de Barcelona. Todos los grupos de la oposición votaron a favor de reprobación excepto la CUP, que ni siquiera asistió a la reunión por considerarla "una escenificación, un acto de precampaña electoral que no tiene ninguna intención de incidir en las condiciones de vida de los vecinos".
Sería ingenuo creer que el interés electoral no es uno de los motivos que han movilizado a la oposición, pero es irresponsable minimizar el problema y no admitir que algunos de los conflictos requieren atención inmediata. El malestar y la sensación de inseguridad existen, no son una invención partidista y, por tanto, requieren medidas ágiles y eficaces.
Barcelona está sometida a una presión turística tremendamente compleja. Tan necesaria para la economía de la ciudad como difícil de gestionar. Ningún gobierno municipal ha sido capaz de borrar la problemática durante su mandato. El reconocimiento de esa incapacidad debería hacer posible apelar a la responsabilidad de todos, huir de la demagogia o del oportunismo político y sumar esfuerzos en el diseño de soluciones. Pero resulta difícil exigir responsabilidad y unidad cuando desde el gobierno municipal no se ha sabido tejer y mantener las alianzas. La escasa mayoría de Colau es una debilidad que no va a hacer más que incrementarse. Y con ella la dificultad para gestionar los conflictos. Sin lugar donde guarecerse mientras la tormenta arrecia.
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