Opinión | EDITORIAL

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Deporte, embarazo y desigualdad

Las carreras de las mujeres deportistas no tienen por qué acabarse cuando deciden ser madres

Isabel Macías

Isabel Macías / JAIME GALINDO

Las imágenes de los futbolistas con sus hijos son todo un clásico. Los pequeños saltan al campo para celebrar la victoria de algún título importante, posan junto a sus padres con la camiseta del equipo, les acompañan en sus paseos triunfales… Nunca veremos esa imagen reproducida con sus madres deportistas. Básicamente, porque ellas deben elegir: maternidad o carrera. No hay más. Tan cruel como abusivo. Tan injusto como injustificado.

Se superan todos los límites de la vergüenza con las cláusulas antiembarazo. En esos casos, una gestación supone la rescisión unilateral del contrato. Como el dopaje o la mala conducta. Sencillamente, ser madre no está contemplado. Y las pocas que han tratado de compaginarlo han visto cómo la conciliación es prácticamente imposible.

El deporte no es incompatible con la maternidad, pero sí su actual organización. Una forma de trabajar, unos horarios y unas exigencias hechas a la medida de unos hombres que no sienten la necesidad de conciliar su vida personal con las exigencias deportivas. Si los deportistas son el centro indiscutible del deporte, es incomprensible que su estructura no se ponga al servicio de sus necesidades. En el caso de las mujeres, deberían considerarse todas las ayudas precisas para que ellas recuperen la forma física después de la maternidad y para que puedan compatibilizarla con sus compromisos deportivos. Pero, sobre todo, urgen medidas legislativas que las protejan. No es imposible, es solo una cuestión de voluntad del mundo del deporte y de firmeza, en el político. En caso contrario, las dificultades acaban venciendo a las mujeres, arrastrándolas a la renuncia.  

Respeto, convivencia, trabajo en equipo, justicia, compañerismo… El deporte es un mundo en el que abundan los valores positivos. No deja de resultar un contrasentido que, si se observa desde la perspectiva de género, ese mundo se oscurezca hasta convertirse en un reducto de desigualdad. Estados Unidos y el Reino Unido han demostrado que sí es posible, que las carreras de sus mujeres deportistas no tienen por qué acabarse con la maternidad. Es cuestión de añadir a la lista, con convencimiento, dotación económica y legislación, la igualdad entre hombres y mujeres. Algo imprescindible si tenemos en cuenta el alto poder ejemplarizante que el deporte tiene en la sociedad.