IDEAS

Verdaguer y flamenco

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Xavier Bru de Sala

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Quien tenga la movilidad estival reducida (no es preciso que sea por culpa de los taxistas) pero esté en condiciones de visitar un museo puede hacer caso de una sugerencia: Vil·la Joana, donde murió Jacint Verdaguer. El Museu d’Història de Barcelona ha transformado la antigua masía de Collserola, reconvertida en mansión de veraneo en el siglo XIX, en un sugerente espacio dedicado a la palabra universal.

La buena nota no se acaba aquí. Resulta que en época ‘noucentista’ este edificio fue una escuela, la más avanzada de Europa, para niños discapacitados. Uno de los tres espacios del museo lo documenta con tal profusión de detalles que convierten estas salas en el mejor homenaje posible a la gente que, en efecto, construía una ciudad de ideales. La obra bien hecha del ‘noucentisme’ no consistía en meras elucubraciones teóricas. La pedagogía de los discapacitados, también modélica, asimismo adelantada a su tiempo.

Viniendo de la persecución y muerte de Verdaguer, el poeta de Catalunya, y el de Barcelona, pocos decenios antes, el ‘modernisme’ es un milagro perfeccionado luego por los ‘noucentistes’ que lo expropiaron además de coronarlo. En la Vil·la Joana hay unas viñetas satíricas posteriores al entierro del poeta, el más multitudinario y prerrevolucionario que se recuerde, que proponen eso que casi acaba de pasar. Quitar la estatua de su primer protector y luego perseguidor, Comillas, el ‘negreru’, y sustituirla por la del poeta.

Quien tenga la movilidad aún más reducida, no es necesario que salga de casa para seguir el curso ‘on line’ sobre flamenco impartido por el Taller de Músics. La gran ciudad que Verdaguer profetizó en su ‘Oda a Barcelona’ da para esta capitalidad y para muchas más. A fin de conciliarlos, nada mejor que escuchar, en voz catalana y con música flamenca de Miguel Poveda, el poema donde Verdaguer desea a sus "amadísimos enemigos", con una prodigiosa mala leche poética, el castigo de las eternas llamas, ahora aflamencadas.