Análisis
¿Tienen programa económico?
Casado y Puigdemont han ganado sin hablar de impuestos ni de presupuestos
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Pablo Casado y Carles Puigdemont han ganado este fin de semana los respectivos congresos del PP y del PDECat. Sabemos muchas cosas de ellos y hemos soportado infinitos cortes de voz, tuits y memes con sus proclamas para ganarse el voto de los convencidos. Pero casi nos sabemos nada de su programa económico. En el caso de Casado nos suena vagamente que se inspira en las directrices de uno de los economistas mediáticos, Daniel Lacalle. En el equipo de Puigdemont no se conoce al gurú económico aunque cuenta en el gobierno con Elsa Artadi, discípula avanzada de Andreu Mas-Colell, una de las voces más críticas del legitimismo que se ha impuesto en el cónclave posconvergente. ¿Por qué esta desidía en las primarias por lo económico? Hace 10 años nos hubieran dicho que la economía ya era una 'commodity', sin connotación ideológica. Pero tras la crisis hemos visto con claridad que no ha sido así. Los intereses y las ideologías de los gobiernos han inspirado soluciones de diverso acento. No ha sido lo mismo la crisis en Portugal que en España.
Da más bien la impresión de que vivimos en una suerte de nihilismo económico. Se ha perdido la pulsión reformista pero también la conservadora. Los cambios se ven como imposibles pero cuando se producen se presentan como inevitables. Los políticos de los estados miembros de la Unión Europea han subarrendado sus políticas económicas a la Comisión Europea. La política económica hoy no es tener un programa consistente sino saber moverse en los entresijos de Bruselas como hace la actual ministra de Economía, Nadia Calviño, para arrancar una décimas más de déficit o una buena partida de inversión extra. Más o menos como hacía antes el ministro Guindos con su amigo Draghi obteniendo préstamos a muy buen interés que decía Rajoy. No hay mucho más que hacer, de manera que los candidatos a presidente del Gobierno no necesitan tener un programa económico propio ni lucirlo ante los militantes. El nihilismo económico es, sin duda, una de las formas más eficaces de control social por parte del capital y uno de los grandes obstáculos para construir la sociedad abierta de Popper. Es un muy mal negocio porque nos lleva a quedarnos como estamos, fiándolo todo al sol y a la playa o maldiciendo la pertinaz sequía.
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Desde Moscú hasta Vladivostok, artículo de Olga Merino
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