Opinión | EDITORIAL

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Prisioneros de Puigdemont

Las artes más viejas de la política partidista clásica se utilizaron para diluir al PDECat en la Crida

Puigdemont participa, de forma virtual, en la primera asamblea del PDECAT, este domingo.

Puigdemont participa, de forma virtual, en la primera asamblea del PDECAT, este domingo. / RICARD CUGAT

Lo más espectacular que ha pasado este fin de semana en el cónclave del PDECat no es lo más trascendente. El expresident Carles Puigdemont ha defenestrado a la hasta el sábado coordinadora general de la formación posconvergente, Marta Pascal, de una manera tan fulminante como despiadada y ha dejado la organización dividida en casi dos mitades. Se trataba de ajustar viejas cuentas pendientes, especialmente las gestiones de Pascal en las semanas posteriores al 1-O para intentar forzar elecciones en lugar de la proclamación simbólica que se hizo de la república y la decisión de apoyar la moción de censura de Pedro Sánchez. Puigdemont se ha vengado no solo de quien proponía decisiones diferentes sino de quien se atrevió a llevarle la contraria. Algo de lo que los asociados del PDECat deben tomar buena nota para el futuro. Para derribar a Pascal, Puigdemont se alió con sus incondicionales como Albert Batet, pero también con los representantes de las viejas familias como Josep Rull, Jordi Turull, Quim Forn o Mercè Homs en unas negociaciones telefónicas con tintes surrealistas utilizando el peso moral de los presos y los encausados para chantajear a las bases del partido que en parte se revelaron contra la acumulación de cargos.

Lo más curioso y lo más trascedente al mismo tiempo es que las artes más viejas de la política partidista clásica se utilizaron en esta asamblea para diluir al PDECat -heredero de la antigua Convergència- en la llamada Crida Nacional per la República, una organización que quiere capitalizar el dolor de las consecuencias de los hechos del pasado mes de octubre para asegurarse el control del poder en la Generalitat -un organismo autonómico- y en los ayuntamientos -entes estatales-. Una parte de las bases del PDECat confían en el simbolismo de Puigdemont para volver a ganar la partida en el campo independentista como ya hicieron el 21-D. Para ello, en la ponencia política se apuesta por la "independencia lo antes posible" y, en la estratégica, por la integración en esa Crida, una negociación que curiosamente no estará solo en manos de la nueva dirección del partido sino de una comisión formada por los procesados. Pocos ejemplos de caudillismo como este podríamos encontrar en la Europa democrática. De manera que, con el PDECat prisionero de Puigdemont, la mayoría de Pedro Sánchez en el Congreso es hoy un poco más débil.