Hasta el último compromisario

Los aplausos entusiastas de Santamaría a Rajoy contrastaban con la cara de esparrin de Casado

Tras su discurso, Rajoy se despide emocionado de Santamaría con un beso en la frente, en el congreso del PP.

Tras su discurso, Rajoy se despide emocionado de Santamaría con un beso en la frente, en el congreso del PP. / DAVID CASTRO

Antón Losada

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Solo hay algo seguro en el 19º congreso extraordinario del Partido Popular. Gane quien gane remata la excepcionalidad que suponía en la derecha europea como partido único en su espacio, funcionando sobre una estructura hiperjerarquizada donde las decisiones siempre iban de arriba hacia abajo. Lo que pasa en el PP ya no se queda en el PP. Como les sucede a los demás, ahora se ve y se oye las veces que sea menester para ganar un apoyo más en la descarnada lucha por el poder. Aunque sea con restricciones, la libre competencia que defienden en su programa ha llegado a su organización para quedarse, al menos por un tiempo. El legado de José María Aznar fue un dedazo. La herencia de Mariano Rajoy son unas primarias. Ya nadie podrá quitarle esa satisfacción al registrador de Santa Pola.

Soraya Sáenz de Santamaría ha llegado al congreso enarbolando la bandera de la unidad pero sobreexplotando su imagen de vicepresidenta ganadora. Pablo Casado ha tenido que dedicar los últimos días a rebajar los excesos de sus mensajes previos. Ha pasado de criticar el marianismo a recordarnos que se ha partido la cara por Rajoy y fotografiarse con la mitad de sus exministros, mientras aún busca la salida de los jardines donde se ha metido en su absurdo intento de neutralizar el género de su contrincante.

Ambos contrincantes comparecen empatados en expectativas. Eso no implica que el resultado vaya a acabar ajustado. Los congresos se ganan en los pasillos y muchos compromisarios pueden decantarse en las próximas horas si perciben que alguno toma ventaja. Alberto Núñez Feijóo no es el único aguardando para acudir raudo en socorro del vencedor. Las noches previas a las votaciones en los congresos de cualquier partido siempre las carga el diablo. Los candidatos se van a la cama pensando que tienen asegurados unos votos y descubren a la mañana siguiente que alguien se los ha birlado durante la vigilia, en esas horas peligrosas en que muchos compromisarios salen a darse una vuelta por la ciudad con ganas de que alguien les escuche y dispuestos a dejarse camelar por los ojeadores rivales.

Otra clase magistral

Nadie esperaba un respaldo expreso en el discurso de Rajoy, pero la vigorosa y contundente reivindicación de la política y su labor al frente del Gobierno y del partido ha sido su manera de elegir. Solo había que comparar los aplausos entusiastas de Sáenz de Santamaría y la cara de esparrin de Casado. Los más de tres mil compromisarios populares son votantes, militantes pero, sobre todo, aparato. La mayoría se presentan a sus propias elecciones el año que viene y buscan un candidato y un discurso que les sirvan para ganarlas. Las intervenciones de ambos aspirantes justo antes de la votación en urna pueden decidir un buen puñado de votos de compromisarios indecisos que les escucharán pensando en una cosa: a quién les gustaría tener a su lado en el cartel cuando lleguen sus elecciones y tengan que salir a ganarlas. En su despedida Rajoy les impartió a todos otra clase magistral de cómo se hace.