Opinión | EDITORIAL
Nubarrones en El Prat
Todos los operadores y el propio gestor de la infraestructura deberían hacer un pacto por la transparencia con los usuarios
Tras el verano negro del año pasado por las huelgas del personal de seguridad y el colapso de Vueling, los nubarrones amenazan de nuevo al aeropuerto de El Prat en los meses de máxima afluencia de pasajeros. Una instalación aeroportuaria es una infraestructura compleja en la que operan diversos actores y, por lo tanto, no es fácil determinar los responsables de las múltiples incidencias que con orígenes distintos siempre tienen las mismas víctimas, los usuarios. Las compañías tienden a cargar las tintas contra Aena, que a su vez alega problemas recurrentes en el tráfico aéreo del sur de Europa, muy especialmente el colindante con los revoltosos controladores del aeropuerto de Marsella. A estas tensiones entre los operadores aéreos hay que sumar las propias de los servicios de tierra que atienden anualmente a millones de personas, como una gran ciudad. Afortunadamente este viernes, uno de estos nubarrones, el de una posible huelga del personal de 'handling', quedó desactivado. De manera, pues, que las peripecias de El Prat no son en ningún caso atribuibles al funcionamiento de la infraestructura que ha mejorado en los últimos años.
Una reflexión aparte merece el modelo de negocio de la compañía Vueling, basado en que los aviones no estén nunca parados para poder ofrecer unos precios competitivos. Es cierto que les ha permitido ganarse una posición en el mercado 'low cost' basado en otros casos en la reducción de espacios y servicios al pasajero al que se le cobra por casi todo. Pero el tiempo está demostrando que el modelo no es sostenible. Cualquier leve incidencia en cualquier aeropuerto europeo, especialmente en el de Barcelona, donde tiene la sede operativa, puede provocar retrasos durante días por un efecto dominó. La reiteración cada verano de estas situaciones empieza a ser un lastre en la reputación de Vueling que no podrá aguantar sin encontrar soluciones a este tipo de incidencias.
Con todo, entender la complejidad de los problemas no atenúa las consecuencias para el usuario. Todos los operadores y el propio gestor de la infraestructura deberían hacer un pacto por la transparencia. Las típicas coletillas de "las incidencias técnicas" o las "causas ajenas a nuestra compañía" ya no sirven a los consumidores empoderados de hoy. Y la tecnología digital permitiría informar en tiempo real de quién es el responsable de cada minuto de retraso. Se merecen que les traten como adultos.
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