Análisis

Puigdemont y el 'tot o res'

La guerra entre la antigua CDC y la ERC de Junqueras lleva al cisma secesionista

Carles Puigdemont saluda, a través de una pantalla, a los asistentes a la presentación de Crida Nacional per la República.

Carles Puigdemont saluda, a través de una pantalla, a los asistentes a la presentación de Crida Nacional per la República.

Joan Tapia

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El choque del martes entre ERC y el presidente del Parlament, Roger Torrent, que no querían desafiar al juez Llarena por la inhabilitación de seis dirigentes secesionistas, y Junts per Catalunya, para la que era imperativo excluir de la medida a Puigdemont, fue aparatoso. Obligó a suspender la sesión del Parlament, que parece que se quedará sin plenos hasta después de vacaciones. Y quizá todo acabe en elecciones anticipadas si los dos grupos son incapaces de seguir gobernando juntos.

El ridículo ha sido grande. Y hubiera sido aún mayor si Cs no hubiera votado con JxCat contra la solución propuesta por los letrados del Parlament. JxCat, la coalición de Puigdemont, estuvo a punto de perder una relevante votación ante una mayoría transversal compuesta por ERC, PSC, comunes y Cs. ¿Por qué Cs socorrió a JxCat, situándose a la derecha de Llarena?

Es una pregunta interesante, pero la clave está en otra. ¿Qué quiere decir y qué implica el grave choque ERC-Puigdemont? Que el secesionismo tiene dos problemas. Uno es cómo separarse de España con el apoyo del 47%. El otro –menos visible pero que hace aún más imposible el primero– es cómo pueden cooperar dos núcleos independentistas –ERC y la antigua CDC– que toman decisiones relevantes mirando más a sus intereses de partido (o personales) que a los generales de Catalunya. Es lo que explotó el martes cuando JxCat decidió plantar cara a ERC, que se negaba a dar a Puigdemont –con el riesgo de violar la legalidad– un estatus privilegiado frente a los otros cinco inhabilitados, entre ellos Junqueras.

Es algo similar, aunque menos grave, que lo de octubre pasado que impidió que Puigdemont convocara elecciones para evitar el artículo 155. La madrugada del 27-O, Puigdemont, apoyado por los consellers Santi Vila (PDECat) y Carles Mundó (ERC), decidió que la salida eran las elecciones. Junqueras dijo que, sin estar de acuerdo, no se opondría (no quería avalar lo que podía ser visto como un paso atrás).

Se decidió no comunicar el anticipo electoral hasta la rueda de prensa de mediodía. Pero a primera hora de la mañana voces de ERC (Marta Rovira y Gabriel Rufián) atacaron a Puigdemont y otras del PDECat se opusieron también a lo que el separatismo de la calle podía interpretar como una bajada de pantalones. Entonces tres dirigentes del PDECat (Turull, Rull y Corominas), que habían perdido el congreso del partido frente a Marta Pascal, convencieron a Puigdemont de que no podía convocar porque la antigua CDC aparecería como traidora y ERC ganaría las elecciones.

La guerra por el poder entre ERC y la antigua CDC impidió las elecciones y forzó la declaración unilateral de independencia (DUI). Ahora el intento de Puigdemont de mandar sobre el PDECat (no perdona que Marta Pascal avalara a Pedro Sánchez porque contra Rajoy estaba más cómodo), y de controlar toda la estrategia secesionista para erigirse en el líder único e indiscutible (contra Junqueras), está provocando otra escisión del separatismo. Puigdemont juega, junto a los Turull y Rull, al tot o res. ERC está ya en otra cosa.