Política y ficción
Trump y las conspiraciones
Es como si todas las conspiraciones e injerencias que la CIA investiga seriamente, y con pruebas confirmadas, no pudieran afectar a Trump porque a los ojos de la gente normal parecen de mentira, como una película.
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
Hace décadas que al cine de Hollywood —y ahora también a las series de televisión— le gusta fabular con la política de Estados Unidos, y especialmente con su presidente. Su fascinación como figura pública debe de ser única. A veces se han centrado en reconstruir episodios reales, desde el asesinato de J. F. K. al 'caso Watergate' que inculpaba a Nixon, pero más a menudo ha utilizado toda la escenografía de unas elecciones, de la vida en la Casa Blanca o del abuso de poder, para inventar políticos ficticios que, inevitablemente, desfiguraban la realidad. Así, hemos visto presidentes que provocaban un ataque nuclear, evitaban el impacto de un cometa o incluso luchaban contra una invasión de marcianos. Todo en virtud del entretenimiento y las palomitas.
Esta semana, viendo el encuentro de Donald Trump con Vladimir Putin, pensé en la serie House of Cards, en la que Kevin Spacey era el presidente Frank Underwood. En una de las tramas, Underwood se reunía varias veces con el presidente ruso, con un aspecto similar a Putin, y los guionistas se atrevían a imaginar unas relaciones privadas que eran muy exageradas. Ahora, viendo la naturalidad con que Trump dice que confía más en el presidente ruso que en los servicios secretos de su país, me ha parecido que seguíamos en esa ficción. Hace unos días, por ejemplo, la revista 'New York' publicó un artículo de fondo sobre los vínculos de Trump con Rusia, y trazaba la posibilidad real de que, desde 1987, fuera un informador de los rusos, con su destino ligado a Moscú por culpa de pruebas de contenido sexual e inmoral.
Hablando de la mafia italiana, Roberto Saviano advertía del error de publicar el apodo de los delincuentes —el Zíngaro, el Lobo, el Oreja— en lugar de su nombre real, porque así se alimenta la leyenda y se aleja el problema de la sociedad. Con Trump ocurre lo contrario. Es como si todas las conspiraciones e injerencias que la CIA investiga seriamente, y con pruebas confirmadas, no pudieran afectarle porque a los ojos de la gente normal parecen de mentira, como una película.
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