Dos miradas

Sola en el laberinto

Los desahucios llegan antes que la adjudicación de la vivienda social. Y en el desfase de ese laberinto se nos va la humanidad

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Emma Riverola

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El recorrido de cada historia es diferente. Un encadenado de situaciones adversas que siempre llevan a un mismo punto: el interior de un laberinto sin salida. Y el minotauro anda suelto.

¿Qué se siente cuando en cualquier momento pueden arrojarte de tu casa? ¿Cómo se puede medir la angustia de mirar a tus hijos y no saber qué va a ocurrir con ellos en el momento en que os echen a la calle? Aún no te han dado las llaves del piso social, no tienes a nadie a quien recurrir y ni siquiera sabes cuándo llegará la intemperie. Si tanto te cuesta imaginártelo, trata de visualizar a la persona que más quieras en esa situación. Tú no estás, pero él o ella, sí. Y está sola. Quizá una enfermedad la alejó del mercado laboral. Pero la realidad siempre es más terrible. Añade una expareja que no paga por la manutención de los hijos, un hijo enfermo o la demencia de un abuelo que solo ella puede cuidar... El dinero se agota sin remedio. Al estrés de una situación límite, a ese cansancio infinito, se añaden las cuotas del alquiler. No llega. Sabe a lo que se expone, pero, ¿qué puede hacer?

Ahora, la pregunta ya no es para esa persona. Ella ya tiene bastante con la inquietud de que, en cualquier momento, no sabe cuándo, pueden desahuciarla. Y es esa última crueldad la que no podemos permitirnos como sociedad. Los desahucios llegan antes que la adjudicación de la vivienda social. Y en el desfase de ese laberinto se nos va la humanidad.