Prejuicio social
La enfermedad mental no es un capricho
Debemos aprender a acercarnos afectivamente a las personas enfermas y comprender no lo que no entendemos. Para que brote la estima allí donde creció el estigma
Sílvia Cóppulo
Periodista y psicóloga.
Licenciada en Psicología y Doctora en Comunicación. Profesora de Comunicación en la Universitat de Barcelona
Sílvia Cóppulo
«No es un capricho, es una enfermedad», dice Elisabeth entre sollozos. 30 kilos de peso. La muerte le ha rondado durante años. Se había cronificado la anorexia nerviosa que padece. Hoy sonríe. Unos electrodos colocados en su cerebro y un neroestimulador debajo de la piel en la barriga le han dado el impuso eléctrico necesario para volver a la vida. Ahora sale con amigos, va a trabajar y saborea el atún en la ensalada, olvidado después de tanto tiempo de comer únicamente líquidos. La neurocirujana Glòria Villalba del Hospital del Mar (Barcelona) dirige la investigación y el ensayo clínico para determinar si la estimulación profunda en dos zonas del cerebro son estratégicas para mejorar el estado de ánimo de las personas que sufren esta grave enfermedad mental. Los resultados por ahora se han revelado altamente esperanzadores. ¡Felicidades a todo el equipo, tanto a los profesionales como a los pacientes!
No entendemos la enfermedad mental. No hay nada roto ni vemos sangre por ninguna parte. Y nos parece que, con un poquito de voluntad, las personas que tienen desórdenes psíquicos dejarían de tenerlos. El juicio erróneo se transforma en prejuicio social, discriminación y estigma. Un estigma es una marca, como las que a fuego quemaban en la piel de los esclavos que habían osado huir en la antigua Grecia.
Fue el sociólogo canadiense Erwin Goffman quien acuñó el concepto 'estigma social', el rechazo hacia las personas con actitudes diferentes a la norma, porque las percibimos como extrañas o incómodas. Estigmatizarlas es devaluarlas y aislarlas, privándoles de oportunidades. Y así, ellas pierden la confianza en sí mismas y en la capacidad de recuperarse para poder llevar una vida sana, hasta negar que están enfermas y no querer recibir tratamiento alguno. Y es que cuando decimos «es un psicótico, una depresiva, un autista o una anoréxica», desaparece la persona y solo existe la enfermedad para definirla. Un estigma es una etiqueta terrible. La enfermedad mental no es un capricho. Debemos aprender a acercarnos afectivamente a las personas enfermas y comprender no lo que no entendemos. Para que brote la estima allí donde creció el estigma.
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