Los últimos casos europeos de plebiscito

¿Son santos los referendos?

Las consultas pueden complicar incluso la solución cuando deben resolver un conflicto en una sociedad muy dividida

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Joan Tapia

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El 'president' Torra ha vuelto a afirmar -tras la cumbre con Pedro Sánchez- que no hay solución política al conflicto sin un referendo de autodeterminación. Y buena parte de la población catalana -más allá incluso de la frontera del separatismo- cree que el referendo es un derecho y la única forma de acabar el conflicto.

Sin embargo, ejemplos recientes nos indican que, en asuntos complejos que dividen y parten a una sociedad, el referendo no resuelve nada. El último caso es el del 'brexit' de hace dos años cuando el 52% de los ingleses decidieron que había que salir de Europa. Pero ahora, cuando se acerca el momento de la verdad, la primera ministra Theresa May, que dijo aquello de “brexit es brexit”, está buscando una fórmula de brexit suave, “'Only nominal brexit'” ('brexit' solo nominal) porque sabe que salir de la UE tendría graves consecuencias para la economía y el bienestar social.

El país sigue partido y muchos piden otro referéndum. Su partido, que estaba dividido -por eso David Cameron cedió al ala nacionalista de los conservadores al convocar el referendo- está más fracturado, los dos ministros más euroescépticos -Boris Johnson y David Davis- han dimitido gritando que May está vendiendo a Gran Bretaña, y el presidente Donald Trump se acaba de permitir irrumpir en la política británica al decir que May está equivocada y que Boris Johnson lo haría mejor. Ahora el presidente americano más 'original' se ha erigido en el que sabe lo que más conviene a Gran Bretaña. Y la propuesta de May tiene muchas posibilidades de -si al final se impone en Gran Bretaña- ser rechazada en Bruselas porque sería aceptar una UE a la carta.

Los casos de Escocia y Grecia

Pero no es solo el de la UE. El otro referéndum tan alabado por Artur Mas- el de la independencia de Escocia del 2014- dio una mayoría no muy amplia pero nada justa (55,3% a 44,7% y 85% de participación) a favor de permanecer en el Reino Unido. Pero la nueva líder del SNP (Alex Salmond dimitió tras el fracaso) solamente espera el momento oportuno para exigir un nuevo referéndo. La consulta del 2014 tampoco resolvió lo de Escocia.

En el 2014,
el 55% de escoceses votó contra la independencia, pero nadie duda de que el SNP se prepara para exigir otra consulta

Vámonos a Grecia. El líder de la izquierda radical -incitado por su ministro Varoufakis- convocó el 3 de julio del 2015 un referendo para que los griegos rechazaran el plan de ajuste que a cambio de nuevos e imprescindibles créditos ofrecían la UE, el BCE y el FMI. La teoría era que el resultado del referendo haría que Alemania y otros países de la UE se asustarían y harían marcha atrás. Los griegos votaron (61% a 38%) contra Europa y a favor de Tsipras, pero la UE no cedió y en menos de una semana Tsipras (ya con Varoufakis dimitido) tuvo que implorar y aceptar un plan de ajuste mas draconiano. Tres años después la economía griega se recupera y Varoufakis -al que apoyó algún Nobel de Economía- está callado. El referéndo solo sirvió para que se aplicara aquello contra lo que los griegos habían votado.

Estos casos indican que cuando se parte a una sociedad en base a sentimientos primarios (somos británicos o europeos, somos escoceses o ingleses, los griegos decidimos o estamos sometidos al extranjero), los referendos no solo no resuelven, sino que agravan los problemas.

Francia y el sufragio universal del presidente

Pero el referendo tampoco es el demonio. Hay casos en que han funcionado. Por ejemplo, el que abolió en 1946 la monarquía italiana por 54 a 47%. O el que, a instancias del general De Gaulle y contra toda la izquierda (encabezada por Mitterrand con su libro 'El golpe de estado permanente') instauró en Francia la elección por sufragio universal del presidente de la República (77% a 32%). Pero en 1946 la casa de Saboya estaba muy desprestigiada por su intimidad con el fascismo y en 1962 los políticos de la IV República no habían sabido resolver la rebelión de Argelia que, contra la opinión de muchos franceses, deseaba la independencia.

El referendo no es la solución segura pero a veces puede servir. Depende de las circunstancias. En Catalunya con una población partida por la mitad (máximo de 55% a 45% según las encuestas y no siempre en la misma dirección) e integrada en una España que es miembro relevante de una UE que cree peligrosa la partición de los estados, solo hay que ser algo sensato para saber que -pasiones aparte- el referendo de autodeterminación no resolvería nada.

Por eso es sano discutir con libertad los riesgos de los referendos con una pregunta que parte en dos a una sociedad. La mayoría de los conflictos de las sociedades modernas no se resuelven con un si o un no, sino alcanzando pactos difíciles y transversales.