La amplia herencia del franquismo

No es solo el ducado de Franco

La dimensión es mayor, hablamos de que el dictador y su legado siguen vivos, en democracia, en pleno siglo XXI

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Ana Bernal-Triviño

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"Se manda expedir, sin perjuicio de tercero de mejor derecho, Real Carta de Sucesión en el título de Duque de Franco, con Grandeza de España, a favor de doña María del Carmen Martínez-Bordiú Franco". Hace unos días, desayunábamos con esta confirmación en el BOE. Carmen Martínez-Bordiú ya era duquesa de Franco. El exministro de Justicia Rafael Catalá firmó la sucesión el mismo día de la moción de censura que terminó con el Partido Popular en el Gobierno.

Leer un texto como el del BOE da la sensación de estar en otra época, pero estamos hablando, aquí, del ducado de Franco en pleno 2018. Justo en el momento en el que se abre de nuevo el tema del Valle de los Caídos, el BOE nos recuerda que el Generalísimo pervive. Los tentáculos que la dictadura extendió han seguido todos estos años moviéndose bajo la normalidad de una parte del Estado y de sus ciudadanos.

Herederos franquistas, 43 años después

Quizá la dimensión del tema se entiende cuando se asume que esto no es un solo caso. No es solo Carmen Martínez-Bordiú. Hablamos de que tras 40 años de democracia, apellidos que debían ser repudiados de la historia reciben gloria. Hablamos de que tras 40 años de democracia se sigue honrando por parte del Estado, con títulos nobiliarios, a una treintena de herederos franquistas. Herederos como: duque Primo de Rivera, conde de Alcázar de Toledo, marqués Queipo de Llano, marqués de Alborán, duque Calvo Sotelo y duque de Carrero Blanco. También conviene destacar que Pilar Primo de Rivera fue nombrada condesa del Castillo de la Mota por su papel en la Sección Femenina. Sí, la misma Sección de la que hay que hacer memoria histórica para comprender el papel que nuestras abuelas o madres tuvieron que asumir, marcado por un discurso nacional-católico, donde la mujer solo era vista como ama y sirvienta del hogar. Donde la mujer que no estaba casada y que no era madre, era la señalada. De aquellos barros, estos lodos.

Estos títulos proceden, cómo no, de una orden franquista. Hasta la llegada de Franco esta decisión solo podía ser emitida por reyes. Con la llegada de la Segunda República, solo mes y medio después (el 2 de junio de 1931), Alcalá-Zamora indicaba en el BOE que el nuevo régimen democrático era "incompatible, por su ausencia, con la práctica, tanto de concesión de títulos y mercedes de carácter nobiliario, reminiscencia de pasadas diferenciaciones de clases sociales". Y estableció que no se concedería desde entonces ningún título ni distinción de carácter nobiliario, y que los anteriores no llevarían ningún derecho ni privilegio. Por si quedaba lugar a dudas, volvió a dejarse clara esta decisión en la Constitución de la Segunda República, en su artículo 25.

Los tentáculos que la dictadura extendió
han seguido estos años moviéndose bajo la normalidad de una parte del Estado y de sus ciudadanos

Pero llegó el golpe de Estado franquista y el Generalísimo, cuando terminó la guerra civil, se sintió en deuda con sus aliados. Así que, en 1947, activó la ley de sucesión y su capacidad de otorgar títulos nobiliarios a los suyos, empezando por el ducado a Primo de Rivera, José Calvo Sotelo y los generales Mola y Moscardó. Como "agradecimiento" a los logros realizados en honor a la patria durante la "cruzada".

Llegó la Transición y podemos leer en el BOE del 27 de noviembre de 1975 cómo se concedió el título de duquesa de Franco a Carmen Franco Polo, como señal de "mi Real aprecio" y "en atención a las excepcionales circunstancias y merecimientos que en ella concurren". Quien expresa tales palabras de afecto se puede leer en la firma: "Juan Carlos I". Luego, cada uno de los gobiernos democráticos, entre PP y PSOE, han firmado las sucesiones de los títulos nobiliarios… y hasta hoy. Esto sucede aquí, a diferencia de otras democracias donde no se rinde favores a dictadores, igual que no hay ducados para Hitler o Pinochet.

Hablamos de que llevamos 43 años debatiendo del Valle de los Caídos, de los empresarios protegidos por Franco, de que cuando se retiran nombres franquistas de las calles hay polémica, de que siguen los asesinados por el franquismo en las cunetas, de que se toleran fundaciones en honor al Generalísimo o de que arrastramos títulos nobiliarios a dedo de un dictador. Hablamos de que llevamos 43 años de una democracia que rinde aún honores a golpistas, criminales de guerra y violadores de los derechos humanos. A ellos o en representación de sus descendientes.

Hablamos de que no es solo cosa de un ducado, sino de muchos más. La dimensión es mayor. Hablamos de que Franco y su legado sigue vivo en España. En democracia. En pleno siglo XXI.