ANÁLISIS

La temporada mágica de Rakitic

El centrocampista del Barça ha tenido un año para enmarcar justo después de que pareciera prescindible

Rakitic controla un balón ante Inglaterra.

Rakitic controla un balón ante Inglaterra. / Ap / Francisco Seco

Albert Guasch

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Las letras de los clásicos nunca fallan. 'Football is coming home', la canción tan omnipresente de estos días en Inglaterra de Lightening Seeds, retrata un ánimo futbolístico de decepción permanente con la selección. "Todo el mundo parece saber el resultado. Lo han vivido antes, lo saben, están seguros: Inglaterra la va a pifiar, lo va a echar a perder...", cantan.

La composición aspira a relatar una redención que no ha llegado en este Mundial del 2018. Por poco. Esta vez por poco. El mito de 1966 permanece. La mística de los inventores no ha dado más de sí. El juego tampoco. De haber cruzado la barrera de las semifinales, podría perfectamente haber sido uno de los finalistas con un juego menos creativo de los últimos tiempos. Inglaterra ha sido un pub que solo ha ofertado la bebida del balón parado.

El fútbol puede ser injusto, como aprende pronto cualquier aficionado, pero no lo ha sido con Croacia, que ha demostrado que sabe tocar el balón con pies de seda mientras carga con varias bombonas de oxígeno en las espaldas. 

Alcanzar la final superando tres prórrogas requiere también de una fortaleza mental de hormigón, la que le faltó, por ejemplo, al central John Stones en el gol decisivo de Mandzukic. Parecía estar haciendo cábalas de algún tipo el defensa del City cuando el balón le pasó inopinadamente por el lado. El astuto atacante croata se aprovechó del despiste de juventud como un zorro viejo. Un lapso que Stones no olvidará en la vida.  

Pero Croacia es ante todo de Rakitic Modric. Están en vías de entrar en los anales de los Mundiales, no solo de su joven país. Dupla histórica. Sepultarán a los Suker, Jarni Prosinecki de los años 90. Son los dos quienes proporcionan identidad y estilo al juego de su selección. ¿Quién ha hecho mejor temporada? Podría ser la nueva pugna de debate estéril entre madridistas y barcelonistas. Innecesario.

Aseveremos lo que sabemos bien en Barcelona: la temporada de Rakitic es mágica, para enmarcar. ¿Quién lo iba a decir a principio de campaña, cuando parecía perfectamente prescindible? Quizá lo mejor aún le tiene que llegar.