La reunión de Sánchez y Torra

El 'cul de sac' catalán

Solo sentándose y verbalizando que hay un conflicto, "tenemos un problema", se empieza a gestionarlo

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Sonia Andolz

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Cualquier conflicto parece llegar a un 'cul de sac' en algún momento o etapa hasta que, o bien se desencalla porque las partes inician la gestión del mismo, o bien la balanza cae hacia un lado favoreciendo a una parte y dejando a la otra sin opciones. Así es exactamente como parecíamos estar los últimos meses en el conflicto catalán hasta que, de repente, cambia uno de los jugadores principales. Pedro Sánchez se convierte en presidente del Gobierno y anuncia que encarará el problema político catalán de forma distinta. Falta por ver si será así.

Por un lado, el Gobierno tiene un complicadísimo equilibrio interno entre la variedad de posiciones respecto a las identidades nacionales en España. Sánchez debe navegar entre quienes quieren una apertura y flexibilidad – no solo con Catalunya – y quienes se aferran a la idea de una España más moderna, integradora, descentralizada y redistribuidora. Tarea nada fácil teniendo en cuenta los pocos apoyos con los que cuenta el nuevo Gobierno en el Parlamento y las condiciones de su mandato. Por el otro, Torra se convierte en 'president' como mero sustituto de Puigdemont, reivindicando su temporalidad y a su vez lidiando con quienes le exigen un paso definitivo y firme hacia la república catalana – sin dejar muy claro el cómo– y quienes le piden que, de momento, recupere los niveles de autogobierno que se tenían, consiga que los presos salgan de la prisión preventiva y baje el nivel de tensión.

Así, ambos presidentes se reunieron en lo que, no lo olvidemos, forma parte de una ronda de encuentros con los presidentes autonómicos. De nuevo, el hecho de que este encuentro se produzca en este marco, nos mantiene entre el realismo político –no es un gesto ni un deshielo puesto que es protocolario– y el idealismo –es el único marco posible ahora mismo para que Sánchez se encuentre con Torra sin hacer saltar las alarmas más beligerantes en su propio sector-. No sabremos cuáles eran las intenciones reales. Tampoco los resultados, puesto que ambos diligentemente se apresuraron a decir que la reunión “había ido bien” pero que no renunciarían a sus principios – todo dentro de la Constitución o recuperar el 1 y el 27 de octubre de 2017-.

En realidad, en cuanto al conflicto se refiere, no importa que no hayan avanzado en contenido. Tampoco que sigan teniendo líneas rojas. Es coherente. Sí importa que, aunque sea un paso diminuto, se hayan reunido cara a cara. Solo sentándose y verbalizando que hay un conflicto, “tenemos un problema”, se empieza a gestionarlo. No significa ni que Sánchez vaya a convocar un referéndum ni que Torra vaya a borrar el 1-O del mapa. Significa solo eso: un reconocimiento del problema y de las contrapartes, que ya es más de lo que hemos visto con el anterior Gobierno. Queda mucho, mucho camino por andar si se quieren encontrar soluciones al problema que no pasen por la renuncia total de una parte u otra pero es posible. Transformando el problema se transforma la solución, se hace camino al andar.