EN CLAVE EUROPEA

La crisis de la UE se acentúa tras la cumbre

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Eliseo Oliveras

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La crisis interna de la Unión Europea (UE) sigue acentuándose siete días después de la cumbre y los líderes prefieren asumir los postulados del populismo ultraderechista antes que abordar las raíces del descontento ciudadano y las causas reales del miedo y rechazo a los inmigrantes.

Alemania, la potencia dominante, es prisionera de una creciente fragilidad política, que obliga a la cancillera Angela Merkel a nuevas transacciones y concesiones a su socio bávaro, erosionando su debilitado liderazgo. La crisis alemana paraliza las reformas pendientes en la UE y la exigencia de Berlín de devolver los inmigrantes irregulares a los países europeos de donde llegaron puede desencadenar una multiplicación de controles fronterizos y malograr uno de los mayores éxitos de la UE: la libre circulación de los ciudadanos.

La crisis europea es cada vez más una crisis de principios y de normalización de la extrema derecha. Bulgaria y Austria, que dirigen la UE durante el primer y segundo semestre, tienen a la extrema derecha en el Gobierno: Patriotas Unidos en Bulgaria y el Partido de la Libertad (FPÖ) en Austria. Precisamente, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en una entrevista esta semana con periodistas austriacos, distinguía entre ultraderechistas aceptables, como el FPÖ austriaco de Heinz-Christian Strache, y ultras malos, como La Liga italiana de Matteo Salvini y Reagrupación Nacional de Marine Le PenJuncker basa su distinción entre ultras buenos y malos en que el FPÖ no cuestiona la UE, como Salvini y Le Pen, olvidando que el FPÖ fue fundado por antiguos oficiales nazis y que su líder, Hienz-Christian Strache, sólo dejó de lado su referéndum sobre la UE el año pasado para no perder votos en las elecciones.

Voluntad política

La tardía, lenta e ineficaz reacción de la Comisión Europea ante la deriva autoritaria de Polonia bajo el Gobierno del partido Ley y Justicia (PiS) es otro ejemplo de la gravedad de la crisis y la insuficiente voluntad política en la UE para impedir con firmeza recortes de los principios democráticos en un estado miembro. La Comisión Europea ha iniciado procedimientos de infracción ordinarios por las reformas polacas para dominar políticamente a los tribunales, pero mantiene paralizado el procedimiento sancionador por violación del Estado de Derecho ante la imposibilidad de obtener la unanimidad requerida debido al anunciado veto de Hungría y el probable de otros Estados, como la República Checa. La Comisión Europea también se ha mostrado pasiva ante el control de los medios de comunicación por parte del Gobierno polaco y su hostigamiento a los medios aún críticos.

Otro ejemplo de la debilidad de la UE es la impunidad con que el primer ministro húngaro, Viktor Orbán (Partido Popular Europeo), ha vaciado de contenido la democracia en su país desde el 2010: sucesivas reformas autoritarias de la Constitución, control político del sistema judicial, control de los medios de comunicación, control de la sociedad civil y reformas de las leyes electorales para imposibilitar la victoria de la oposición. Orbán, cuya política antiinmigración se ha impuesto en la UE, aspira ahora a reorientar el Partido Popular Europeo (PPE) hacia una posición ultraconservadora y antiliberal basada en "la fe, la nación, la comunidad y la familia", camuflada como democristiana.

Esfuerzos políticos

Mientras los esfuerzos políticos europeos se concentran en hacer impenetrable la UE para la inmigración, un estudio de los sociólogos Vera Meesing y Bence Ságvári revela que el miedo al inmigrante que usa como reclamo electoral el populismo ultraderechista es fruto de la fractura de la cohesión social a nivel nacional y expresión de la inseguridad de los ciudadanos respecto al presente y el futuro.

El estudio Mirando más allá de la cultura del miedo señala que la hostilidad hacia los inmigrantes predomina en los países con elevado nivel de corrupción y descrédito de las instituciones políticasMirando más allá de la cultura del miedo, que hace que la población se siente insegura y desconfiada. Los países con elevada desigualdad y pobreza, escasa cohesión social y políticas débiles de inclusión social también registran mayores actitudes xenófobas, precisan Messing y Ságvári. Las comunidades monoétnicas, monoculturales, monolingüísticas y con menor nivel educativo son asimismo más proclives a desarrollar el miedo al otro, al inmigrante. Otro factor que alimenta ese miedo es la falta de políticas adecuadas de integración e inclusión de los inmigrantes. Los países con mayor contacto con extranjeros, con elevada confianza en las instituciones políticas, bajo nivel de corrupción, una economía dinámica y un alto grado de cohesión e inclusión social (también para el foráneo) son los que menos rechazan a los inmigrantes, concluye el estudio.