EL 'MESTRE' DEJA 'LA TRANSMI'

"Urruti, t'estimo!" Y yo, Puyal, y yo

Joaquim Maria Puyal imparte una clase magisytral a estudiantes de Ciencias de la Información.

Joaquim Maria Puyal imparte una clase magisytral a estudiantes de Ciencias de la Información. / .9382035

Emilio Pérez de Rozas

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Cuénteme, por favor, el día que empezó todo. Era una tarde, noche, de 1974. Aún vivía Franco, pero ya olíamos algo ¿verdad? Y ocurrió algo a lo que aún no le he encontrado explicación. Frente a mi mesa en la redacción de Deportes de Radio Barcelona se sentaba mi jefe, Francisco Peris, que era de Gandía. Él y yo siempre hablábamos en catalán, pero, cuando bajábamos al estudio, hablábamos, claro, en castellano. Recuerdo que aquel día le dije “Paco, deberíamos empezar a cambiar esto. No tiene sentido que tú y yo hablemos catalán aquí arriba y, abajo, hablemos en castellano”. Y él, sin mirarme, me dijo: “Hombre, Quim, tú ya sabes por qué ocurre eso….” “Sí, sí, pero debemos cambiarlo”, añadí. “Y, si cambiamos, ¿tú te atreverías a transmitir partidos en catalán?”. “Sí, ¡vaya que sí”.

Y Puyal empezó a probar, a ensayar. Paco se lo dijo al gran Castelló Rovira y el director, Manolo Terán, se sumó de inmediato a la iniciativa. Fuimos unos atrevidos. Con Franco aún vivo, aquello era impensable. Solo hay que recordar lo que supuso oír a Sue Ellen, a J. R., a los protagonistas de 'Dallas' hablando en catalán en TV-3. Siempre hace falta que alguien rompa determinadas inercias cuando cree que el objetivo vale la pena.

Su autoexigencia debió de ser fundamental en esa fase del aprendizaje. Y, sí, lo fue, lo era, lo sigue siendo. Cada fin de semana iba al Barça, al Espanyol o al Sabadell y hacía prácticas grabando la transmisión en catalán en un casete, que le daba a mi amigo Jordi Mir, un especialista del lenguaje, que se lo oía entero y, el miércoles, me dejaba sus sugerencias, sus correcciones, en la radio, que yo utilizaba para mejorar mi catalán, añadir nuevos términos y volver a grabar otro partido para seguir con el proceso. Yo no era, entonces, un mago del catalán. Y menos del vocabulario. Quería pulir mis expresiones porque sabía, como así ocurrió, que alguien diría, al oír los primeros partidos, que el fútbol no se podía dar en catalán. Es más, hasta Adolfo Suárez dijo que determinadas materias, como las matemáticas o la física, no podían impartirse en catalán. La gente decía esas cosas por ignorancia, que es el peor enemigo que tenemos los periodistas.

Cuando le dices que ‘contigo empezó todo, Quim’, se enfada. Y mucho. Demasiado. Con razón, ¿no cree?, con mucha razón. Me dolería mucho que se dijese eso, porque no es cierto. Hay mucha gente, demasiada gente, que cree que el catalán empezó con Catalunya Radio y TV-3. ¡Es mentira! Y gorda. Hubo mucha gente, en el Circuit Català de TVE, en Sant Cugat, a finales de los 60, que, en condiciones muy precarias y adversas, empezó a trabajar en catalán, en dramáticos, entretenimiento y algunos informativos. Y en Radio 4. Y hasta nosotros empezamos en una emisora de la SER, sin olvidar la prensa comarcal. Esa desmemoria me duele, me parece injusto para los compañeros que se lo 'curraron' de lindo e injusto para la crónica histórica.

Señoras y señores, niños y niñas, ante todos ustedes ‘el mestre’, Joaquim Maria Puyal (Barcelona, 24 de marzo de 1949), licenciado en Filología Románica y Ciencias de la Información, que debutó en Radio Barcelona en 1968, que ideó ‘Futbol en català’ en 1979, con un Barça-Las Palmas, que cumplió 40 años de ‘la transmi’ o también la moderna ‘TdP’ en el 2016 y que fue el creador de formatos irrepetibles en TV como ‘Vostè pregunta’, ‘Vostè jutja’, ‘La vida en un xip’ o ‘Un tomb per la vida’.

Antes ustedes, señoras y señores, niños y niñas, el locutor, el comentarista, el gurú de la radio, el comunicador por excelencia, el caballero que inventó, sí, también él, la frase de que “somos el sonido de la tele”, para que los telespectadores futboleros bajasen el volumen de sus televisores y siguiesen el partido con la locución de los cuyos, que eran, que son, una tribu de locos que, en los últimos tiempos, metidos en la carrera de la modernización han mejora aún más su demencia.

Es posible, sí, que la vida nos vaya matando poco a poco. No sé que es peor si morir de golpe o que te vayan quitando el aire poco a poco. La jubilación, la desaparición, de Puyal, que ya se lo merece, es una manera de herirte y, sobre todo, de dejarte sin el cordón umbilical que te ligaba al fútbol, al Barça, a ‘la transmi’. Cuando el ‘procés’ ni existía, ni estaba en la mente de nadie, Puyal y su tribu ya les decían a los españoles que éramos diferentes porque, entre otras cosas, contábamos las cosas de forma distinta. ¿Apasionada?, sí, pero toda ‘transmi’ iba precedida del sermón de la montaña, de una acotación al margen que calentaba el partido con sensatez y sabiduría. Y el colofón no solo era las estadísticas, las reflexiones de los expertos, sino una conclusión, siempre a cargo del ‘mestre’ que dejaba una puerta abierta a la esperanza, a la ilusión.

Un día tenía que ocurrir. Y ha pasado. Ahora ya sabemos lo que nos toca. O pensar en irnos nosotros (que no es mala idea) o, simplemente, que es lo que haré yo, disfrutar de haber oído el “Urruti, t’estimo”.

T’estimo, Puyal.