Reflexiones del 'exvicepresident' sobre el drama de la migración

Carta de Junqueras a su mujer sobre los refugiados

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Oriol Junqueras

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Estremera, 20 de junio

¡Hola, Neus!

¡Os echo de menos a ti y a los niños!

Cuando veo noticias sobre refugiados que quieren llegar a España y en Estados Unidos me quedo muy preocupado. Sin duda, es una cuestión de múltiples aristas y nada sencilla, pero hay situaciones que claman al cielo.

Que España acoja a 600 refugiados en València y lo presente como una solución definitiva (cuando cada día en Italia llegan a miles, cuando mueren a centenares ahogados en el Mediterráneo y cuando cientos de miles esperan en el norte de África) es una hipocresía descomunal.

Que la UE quiera acumularlos en campos de refugiados fuera del territorio europeo, sin intentar ninguna solución definitiva y real al problema es tremendamente preocupante.

Que Estados Unidos separe los hijos de sus padres. Que encarcele (casi literalmente) a niños de la edad de Lluc y de Joana, después de arrancarlos de los brazos de sus padres, es escalofriante. Todo ello es una deshumanización espantosa.

Estas demostraciones de egoísmo y de crueldad parecen inimaginables unos años atrás.

No hay ninguna voluntad de resolver los dramas de todos estos seres humanos. El único objetivo es retenerlos tan lejos como sea posible.

Cuánta irresponsabilidad, dejadez y miseria moral de aquellos que deberían hacer todo lo posible para resolver estas cuestiones. Cuánto menosprecio a la dignidad humana.

Nuestros padres y nuestros maestros nos enseñaron a actuar así. Y, en cambio, parece que aquellas que deberían actuar han optado claramente por no hacerlo.

¿Que están enseñando las sociedades occidentales a las nuevas generaciones?

¿Cómo miraremos a los ojos de nuestros hijos y de nuestros nietos, si (Dios no lo quiera) un día se encuentran en una situación de necesidad?

¿Cómo recordaremos las generaciones de nuestros abuelos y de tantos de nuestros antepasados, que también tuvieron que buscar refugio y nuevas oportunidades lejos de sus hogares?

¿Cuánta incertidumbre tendremos que gestionar respecto al futuro de nuestros hijos, al constatar que buena parte del mundo entierra conceptos como el de la igualdad de oportunidades, convierte la pobreza en una culpa y encarcela a los necesitados?

¿Qué debemos hacer como padres y maestros frente a esta realidad?

Nuestra responsabilidad es inmensa.

Y, sinceramente, creo que debemos asumir con el entusiasmo de formar parte de una sociedad, que, sin embargo, demuestra su sensibilidad ante estas cuestiones y que, simultáneamente, es consciente de que no son nada fáciles de resolver. Una sociedad que sabe que los grandes retos no se resuelven con declaraciones de buenas intenciones, sino con responsabilidad, esfuerzo, constancia, rigor...

Una sociedad que sabe que nuestros puestos de trabajo deben ser dignos y productivos, que nuestras escuelas deben garantizar la igualdad de oportunidades y la creatividad; y que las familias deben ser garantía de cohesión y de transmisión de los valores humanos fundamentales.

Sin duda, tenemos mucho trabajo por hacer, pero, como en tantos otros aspectos, saldremos adelante.