Sin ti no soy nada

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Ramón de España

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Hay vidas que uno no acaba de entender. No digo que estén bien ni que estén mal; simplemente, me cuesta pillarlas. Me refiero a esas vidas marcadas por una obsesión socialmente aceptable cuyos protagonistas convierten en el centro de su existencia. Pienso en los 'trekkies', entrañables personajes para los que lo más importante de su paso por este planeta es la serie de televisión 'Star Trek' y sus múltiples secuelas. A mí me gustaba mucho la serie original -aunque si la vuelves a ver, te tira de espaldas el cutrerío y el cartón piedra en los que no reparabas de pequeño-, pero la posibilidad de salir a la calle con unas orejas como las del señor Spock me pone los pelos de punta. Tampoco tengo nada contra los 'deadheads', esos desocupados norteamericanos que se recorren el país de punta a punta para no perderse ni un concierto de The grateful dead, aunque el pobre Jerry García lleve años criando malvas. Y, por supuesto, respeto a Manolo el del Bombo, que ahora anuncia su firme decisión de dejar de viajar al extranjero para animar a la selección nacional de fútbol. A sus casi 70 años y tras los problemas que la Rusia de Putin le ha dado para colar el bombo en el estadio, ha dicho que ya no puede más de ir por ahí con el trasto a cuestas.

Manuel Cáceres Artesero (San Carlos del Valle, Ciudad Real, 1949) se ha cascado diez mundiales con ese instrumento en el que se ve el escudo de la corona española bajo la leyenda El bombo de España. Aunque regenta un bar en Valencia, siempre ha encontrado tiempo (y dinero) para desplazarse a los más remotos confines del universo por los que apareciera la Roja. Todo ello para gritar ES-PA-ÑA y rematar el berrido con tres zambombazos que se distinguirían claramente hasta en la tamborrada de Calanda (nunca se ha sabido qué opinaban de él sus compañeros de grada, aunque, que se sepa, nunca ha habido ningún conato de estrangulamiento). Yo, sin el bombo, no soy nada, ha declarado ante su inminente jubilación. Como los 'trekkies' y los 'deadheads', Manolo tenía un motivo para vivir. ¿Qué será de él a partir de ahora?

Mucha gente se desespera buscándole un sentido a la existencia. Y esa gente se burla de Manolo el del Bombo, de los 'trekkies' y de los 'deadheads' por considerarlos unos simplones. Mal hecho. ¿Y si esos sonados han entendido la vida mejor que cualquier filósofo? ¿Para qué calentarse el tarro si para ser feliz te basta y te sobra con darle al tambor?