Opinión | Editorial

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El primer gesto de Sánchez con Catalunya

Hay una oportunidad para encauzar políticamente un conflicto que jamás debió alejarse de estos cauces

Prisión de Estremera (Madrid).

Prisión de Estremera (Madrid). / XAVIER BARRENA

La decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de efectuar gestos para rebajar la tensión en el conflicto político catalán ya tiene la primera plasmación. La Secretaría General de Instituciones Penitenciarias ha decidido enviar a cárceles catalanascárceles catalanas a seis de los nueve políticos y lideres sociales procesados por el 1-O que se encuentran en prisión preventiva. Al traslado del exvicepresidente de la Generalitat Oriol Junqueras, la expresidenta del Parlament Carme Forcadell, la exconsellera Dolors Bassa, el exconseller Raül Romeva, el expresidente de la ANC Jordi Sànchez y el presidente de Òmnium, Jordi Cuixart está previsto que se le una los próximos días  el de Joquim FornJordi Turull y Josep Rull, cuya petición se encuentra bajo trámite. Los hombres irán al centro penitenciario de Lledoners, mientras que las mujeres serán internadas en el de Puig de les Basses.

Rebajar la tensión

La decisión de efectuar el traslado, que dependía del Ministerio del Interior y no del juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena, llega apenas una semana antes de la prevista reunión entre Sánchez y Quim Torra. Desde su llegada a la Moncloa, Sánchez se ha esforzado en rebajar la tensión con las instituciones catalanas, en un contexto muy mediatizado por la prisión preventiva de los políticos y los líderes sociales procesados y la estrategia de una parte del independentismo (con Torra y Carles Puigdemont a la cabeza) de mantener un estado de tensión permanente, como se vio en la inauguración de los Juegos Mediterráneos en Tarragona y las desafortunadas escenas de Washington. El traslado ciertamente no palía los efectos negativos de la prisión preventiva (muy criticada por expertos jurídicos en Catalunya y el resto de España), pero sí debe entenderse como un potente mensaje  político: es una mano tendida del nuevo Gobierno que de esta forma se desmarca de la dureza del Ejecutivo de Mariano Rajoy.

Un mensaje que incide además en las contradicciones internas en el independentismo. Los partidarios de la tensión se van quedando sin argumentos para proseguir con su estrategia de enfrentamiento y simbolismo estériles. Sánchez no es Rajoy, por mucho que desde las trincheras del irredentismo se trate de equipararlos. Hay una oportunidad para encauzar políticamente un conflicto que jamás debió alejarse de estos cauces. Cada uno debe elegir si quiere ser parte de la solución o continuar siendo parte del problema.