Al contrataque

El espíritu de Hassan revive

A pesar de los cambios de imagen del régimen alauí con Mohamed VI, la práctica ha demostrado que no era otra cosa que la estrategia de siempre: cambiar algo para que no cambie nada

Manifestación de protesta en Alhucemas, el 29 de mayo.

Manifestación de protesta en Alhucemas, el 29 de mayo. / AFP / FADEL SENNA

Najat El Hachmi

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ante la cámara una mujer de cierta edad abre las puertas de un dormitorio. Se ven pilas de libros encima de una cómoda, dos camas individuales, uno de ellas cubierta con cojines de diferentes tamaños y estampados, tres pares de zapatos alineados bajo el mueble que hace de mesita de noche. La mujer se dirige a la cámara y dice: 'Todo esto es lo que tiene Nasser, aquí vive Nasser, tanto decir que recibe dinero de Argelia, mirad cómo vive, ¿dónde está el dinero de Argelia? Si no hemos encontrado dinero ni en Marruecos como quieres que lo consigamos de Argelia?’ A continuación, ya sentada, explica que su hijo Nasser Zefzafi ha sido detenido y se queja del maltrato recibido en el Rif. Ellos nos maltratan y no nos lo merecemos, dice desesperada expresando impotencia con las manos sin necesidad de especificar quienes son "ellos". Relata la irrupción de la policía para llevarse al hijo y termina llorando, abatida.

Zefzafi es uno de los cabezas visibles, tal vez el más conocido, de la protesta del movimiento Hirak, que hace un par de años se inició con la muerte de un pescador en Alhucemas que intentaba salvar su mercancía de ser destruida por la policía que se la requisó. Las protestas fueron ampliamente seguidas por una juventud sin expectativas de futuro, cansada de los abusos del poder, del enriquecimiento exponencial de unos pocos en detrimento de las inversiones necesarias para la mayoría.

La propaganda institucional se encargó de desprestigiar las reivindicaciones de los activistas difundiendo informaciones falsas de todo tipo. Una de estas informaciones, apoyada en el chantaje del patriotismo, acusaba a quienes se alzaban contra la impunidad, sobre todo Nasser, de ser agentes infiltrados del Gobierno de Argelia, enemiga declarada de la nación marroquí. Tampoco faltaron las tergiversaciones del discurso de los insurrectos para acusarles de pedir la independencia del Rif y, por tanto, acabar con la integridad territorial del país. En realidad, las demandas no fueron nunca por este lado. Los jóvenes querían trabajo, hospitales, mejora de las infraestructuras, una universidad y el fin de la corrupción que impregna todas las estructuras del estado. La propia madre de Zefzafi debe desmentir las acusaciones contra el movimiento en el vídeo donde aparece, colgado en Youtube en 2017, durante las numerosas detenciones de manifestantes que ahora han sido condenados a un total de 300 años de prisión para 52 personas.

Hubo un momento de esperanza en Marruecos, cuando murió Hassan II y su hijo prometió modernidad, justicia y el fin de un régimen represor que llevaba décadas gobernando con mano de hierro, sofocado y persiguiendo cualquier protesta de los ciudadanos tratados siempre como súbditos. Aunque se inició un proceso de "reconciliación" cuando Mohamed VI accedió al trono, aunque este se fuera hasta Alhucemas para fundirse en un abrazo con el hijo de Abdelkrim, a pesar de los cambios de imagen del régimen alauí, la práctica ha demostrado que no era otra cosa que la estrategia de siempre: cambiar algo para que no cambie nada.