MIRADOR

Conferencia de ERC: entre lo viejo y lo nuevo

Sin forzar el diálogo y acreditar mayorías incontestables nunca habrá reconocimiento internacional

Conferencia nacional de ERC

Conferencia nacional de ERC / BERNAT VILARÓ (ACN)

Enric Marín

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El sábado hacia el mediodía el profesor Javier Pérez Royo, poco sospechoso de independentista, participa en una mesa redonda organizada en el marco de la conferencia nacional de ERC celebrada este fin de semana en el recinto ferial de La Farga de L'Hospitalet. Cierra su intervención con una frase rotunda: "Formalmente en Catalunya están vigentes la Constitución y el Estatut, pero políticamente no. Y este es el principal problema que tiene hoy el Estado". El inicio de la conferencia había estado marcado por las intervenciones de Oriol Junqueras, el presidente preso a quien puso voz Gabriel Rufián, y de Marta Rovira por videoconferencia desde el exilio suizo.

En el turno de defensa de enmiendas al texto de la ponencia política, Ernest Maragall había defendido con éxito un texto en el que se recoge que los conceptos de socialismo, ecologismo y feminismo han de reforzar su papel como definidores ideológicos de ERC. El domingo por la mañana, la ponencia política resultante de la negociación de centenares de enmiendas recibe un amplio apoyo, y Pere Aragonès cierra la conferencia con una intervención en la que subraya sus puntos nucleares.

Los párrafos anteriores podrían ser un resumen rápido e impresionista de los debates republicanos del fin de semana. Pero ¿qué significación ideológica y política puede tener el documento finalmente aprobado? ¿Cuáles son las aportaciones más relevantes?

Destacaría tres. En primer lugar, la actualización y reforzamiento de la definición de izquierdas de ERC. En segundo lugar, la consolidación de una definición no nacionalista del proyecto republicano. Un proyecto no identitario que evita las nociones románticas y uniformistas que han estado en la base de los nacionalismos que han impulsado la creación de los estados-nación a lo largo de los siglos XIX y XX. Y, en tercer lugar, una actualización de la estrategia independentista una vez metabolizada la significación de los hechos de octubre y los resultados electorales del 21-D.

Una parte del independentismo considera que el referéndum ya se hizo y se ganó. Ahora tocaría aplicar el mandato democrático derivado con determinación. Por el contrario, otro sector, liderado por ERC, considera que el 1 de octubre es un hito que ya ha marcado un antes y un después en la historia de Catalunya. Una victoria sobre el Estado.

Pero la otra cara de la moneda es que las insólitas condiciones en las que se celebró el referéndum hicieron imposible el reconocimiento internacional de los resultados. Y, encima, la represión posterior ha sido implacable, ilícita y desproporcionada. ¿Resultado? Lo viejo ya no existe, pero lo nuevo no ha tomado forma; la autonomía está muerta, pero la República aún no ha nacido.

Sin forzar mesas de diálogo y acreditar mayorías sociales y electorales incontestables nunca habrá reconocimiento internacional. Sea como sea, el anhelo republicano no es un suflé, pero los poderes de Estado aún no pueden o no quieren reconocer la entidad real del problema.