'El cant dels ocells'

No soy experto en pájaros. Me ha salido decirlo así, pero debería ser más exacto y más humilde reconocer que no entiendo nada de pájaros. Y eso que he visto muchos. Cuando hacía viajes a pie por varios territorios vi muchos. Unos los veía pasar, a menudo muy cerca, y los seguía con la mirada hasta que desaparecían en una curva de carretera o quedaban ocultos por los árboles de un bosque.

Hace pocos días he visto pasar unos cuantos por encima de la azotea de casa. No identifico a los pájaros por sus nombres. Yo soy un ignorante empedernido de los nombres de los animales. No me refieron a los exóticos, hablo de los más comunes. Pienso que conozco mejor los nombres de los diputados que los de los pájaros.

Quizá es comprensible: los diputados tienen un aspecto similar, mientras que los pájaros tienen cientos de formas. Los hay grandes o pequeños, altos o bajos, de todos colores o monocromáticos, rápidos o lentos, cantantes o mudos...

Hace años era popular, en círculos periodísticos, decir de alguien que era "un pájaro". Podía ser una persona astuta, lista, ambiciosa o simplemente singular. Pero la gloria definitiva de los pájaros llegó con Pau Casals interpretando con violonchelo 'El cant dels ocells'.

El canto ha tenido una gran expansión y ha sonado en varias conmemoraciones. Incluso en ceremonias de funerales. Esto siempre me ha hecho sentir incómodo: una canción alegre, vital, ¿cómo podía ser asociada a un funeral, a un sentimiento de tristeza?

En un pueblo, hace años, vi un pajarito encima de un campanario, que si no recuerdo mal, era una cigüeña. Miraba fijamente hacia un punto del horizonte. Quizá esperaba pacientemente que llegara su compañera para compartir el viaje.

Es una imagen que no se me ha borrado de la cabeza.