Un problema acuciante

'Welcome to Amsterdam'

Barcelona se comparó a la ciudad holandesa por la bici y ahora por el turismo cannábico

ilustracion  de leonard  beard

ilustracion de leonard beard / periodico

Eva Arderius

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A pie o en bicicleta, uno viste camiseta negra, otro la lleva verde y el de la bici va con una camisa de cuadros. Se pasan la mañana recitando en voz baja el nombre de las drogas que tienen en pisos y locales cercanos convertidos en clubs cannábicos ilegales. Cuando encuentran un cliente, les es muy fácil, lo acompañan hasta la puerta. El cliente, casi siempre turista, entra, compra, se hace socio del club ilegal y se marcha, todo en pocos minutos. Y así todo el día, todos los días de la semana.

Esta imagen la fotografían y cuentan constantemente en las redes sociales los vecinos, convertidos en 'community managers' de excepción. Pero también la pudieron grabar sin problemas las cámaras de Betevé un martes al mediodía. Los captadores forman parte de la cotidianidad de la Rambla, aunque lo que hacen está prohibido. Los clubes cannábicos no pueden hacer promoción de su negocio, no pueden captar turistas y para ser miembro se necesita ser apadrinado por otro socio. En la mayoría de estos casos se incumplen las normas del código de buenas prácticas, la única regulación que hay ahora mismo.

Nadie quiere renunciar a un buen negocio

Como pasa con las adicciones, lo mejor que se puede hacer cuando hay un problema es asumirlo. Este primer paso está superado. Los responsables de seguridad admiten que en Ciutat Vella hay un problema con la droga. El segundo paso es más difícil. Implica ponerle solución. Se han cerrado clubs cannábicos ilegales, pero estos son especialistas en evitar la policía y en reproducirse tan rápido que parece que estén bajo una impunidad absoluta. Son un buen negocio y nadie está dispuesto a renunciar a ello.

Además, este frente se suma a otros dos ('top manta' y narcopisos) que también tienen en vilo al gobierno municipal de Barcelona. Ada Colau tendrá que pensar en soluciones que estén en su mano, porque de momento el nuevo 'conseller' de Interior no parece muy dispuesto a ayudarla. A Colau ni le sobra policía, ni parece que el problema se haya cogido tan a tiempo como para resolverlo con un simple tratamiento ambulatorio. Entre vecinos empieza a sonar ya con fuerza que “Barcelona es la nueva Amsterdam”. Y esta vez no es por la bicicleta. La de la bici fue la primera comparación con la capital holandesa. Más recientemente se han hecho paralelismos con la presión turística y la última comparación ya es en cuestión de drogas. Barcelona supera a Amsterdam en niveles de cocaína en las aguas residuales y ahora las dos ciudades también podrían estar hermanadas por el turismo cannábico.

Amsterdam está en pleno proceso para regular y frenar las visitas de los que solo buscan alojamiento barato y 'coffee shops'. Barcelona quizá todavía esté a tiempo de evitar que su nombre quede asociado al cánnabis. Es totalmente contradictorio que se intente buscar un turismo respetuoso y que moleste lo menos posible al vecino, y que al mismo tiempo se permita que los captadores trabajen con impunidad en la Rambla y que la guía turística más popular esté llena de recomendaciones  para encontrar droga fácil y barata. Clubs cannábicos ilegales en pleno centro de Barcelona, el reclamo que faltaba para que vengan justamente los que no queremos que vengan.