ANÁLISIS

España, digna heredera del Real Madrid

El VAR, que hubiese eliminado a los blancos antes de hora en la Champions, premia a la selección con un penalti a Portugal y el golazo de Aspas

Fernando Hierro parece calmar a los jugadores de su banquillo en Kalinningrado.

Fernando Hierro parece calmar a los jugadores de su banquillo en Kalinningrado. / periodico

Emilio Pérez de Rozas

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Ya me hubiese gustado ver si el Real Madrid hubiera ganado la Champions con el VAR. Ya hubo, ya, un ‘meme’ diez minutos después de que Zinedine Zidane presentase su dimisión y dejase plantado a Florentino Pérez, en el que el ‘fumeti’ de ‘Zizou’ decía “yo me voy, que el año que viene hay VAR”.

Esta selección española tiene mucho del Real Madrid. Demasiado, diría yo. Y no lo digo por el tremendo jugador que es Isco, que compensa el mal momento de forma de Sergio Ramos y el amigo Piqué. Lo digo porque España se ha clasificado primera de grupo empatando dos partidos, que no sé si pudo o debió perder, y ganando otro, a Irán, de rebote.

Es decir, vamos directamente hacia el segundo título mundial, siguiendo las pautas marcadas por el Real Madrid y el modelo de Mango. Veo a España campeona del mundo, sí, sí, aunque ya sé que muchos de ustedes van a favor de Argentina, pero a mí me puede Iniesta, que sigue estando presente, zigzagueando dentro del área y dándole el primer gol a Isco.

Un deporte mucho más justo

Pero hablaba del VAR porque, lo siento, pero no tenía sentido alguno que el fútbol diese la espalda a la tecnología. Sí, ya sé que los abueletes que hasta ahora regían los destinos del balompie defendían que la pureza de este deporte es la incertidumbre, la imprecisión del juego y/o del arbitro.

Pues no queridos abuelitos, no, si se puede rectificar sobre la marcha, ya ven, en cuestión de segundos (otra excusa barata era que las interrupciones se harían eternas ¡falso! ¡mentira!), se hace y se convierte el deporte rey en algo mucho más justo de lo que era, de lo que es.

Anoche, en fracciones de segundo, el VAR, las teles, las cámaras, ralentizar la jugada, diez ojos más ayudando al árbitro, protegiendo el juego limpio, haciendo justicia, decidieron que Portugal debía ser castigada con penalti y que el taconazo prodigioso de ese mago gallego que es Aspas era, simplemente, un golazo, un auténtico gol, que sin VAR hubiese sido anulado porque el linier sí dio fuera de juego. ¿Por qué?, pues, simplemente, supongo, porque desde su posición, Aspas tapaba al defensor marroquí que evitaba, por centímetros (y puede que fuesen milímetros) el fuera de juego del goleador del Celta.

¡Menuda defensa de risa!

Insisto, lo del Real Madrid, de haber estado eliminado (con VAR) en las tres eliminatorias previas a la final, pasó a ganar otra Champions. Ahora, que ha arrancado de las entrañas de la selección a su técnico, que ha dejado a España desnuda, al menos le ha cedido ese espíritu suertudo que acompaña a los blancos.

Porque después de pasar por esta primera fase con diez, quince, veinte minutos fantásticos de ‘tiki taka’ (nada más), después de demostrar no tener defensa ni portero (¿de verdad no jugará Kepa contra Uruguay?, no, no jugará), después de jugar con el miedo en el cuerpo tras cada pérdida de balón o contragolpe (ya no hablo de saques de esquina donde De Egea, el amigo de Pedro Sánchez, no despeja ni una, no es ¡puños fuera!), España ha tenido la suerte de caer en el lado bueno del cuadro.

Como el Real Madrid, vamos.