crisis migratoria

Cuatro ángulos

¿Se vería usted capaz, lector, de definir si unos que vienen de Mali, o de Libia, huyen de la guerra, son perseguidos políticos o simplemente intentan sobrevivir?

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Pere Vilanova

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El problema tiene varios ángulos, y no es de fácil solución. Quien diga lo contrario, miente. En primer lugar, las cifras, el tamaño importa y mucho. Si en lugar de varios miles de inmigrantes al mes a varios países europeos (ahora llegan sobre todo a Italia, Grecia y España), llegasen unos pocos cientos al año, la cuestión no sería un problema, apenas una anécdota. No se puede hacer demagogia a este respecto, y por lo tanto hay que enfocar cualquier debate sobre las posibles soluciones desde la perspectiva de la cantidad.

El segundo ángulo es el del desajuste total entre la complejidad y tamaño del problema, y el arsenal de normas legales aplicables. La distinción entre peticionarios de asilo en sentido literal e inmigrantes de perfil socioeconómico incierto simplemente se ha ido difuminando en el tiempo ¿Se vería usted capaz, lector, de definir si unos que vienen de Mali, o de Libia, huyen de la guerra, son perseguidos políticos o simplemente intentan sobrevivir?

Para empezar muchos no llevan papeles o no quieren mostrarlos, porque creen que así, hasta que se llegue a una identificación positiva e inequívoca no serán “devueltos” ¿Y devueltos dónde? Parece que a Libia, que como sabe cualquiera es uno de los estados más fallidos del planeta, más corrompido, más violento, lo menos parecido a un Estado (en su acepción tradicional de poder público institucionalizado) que se pueda imaginar.

Y este es el tercer ángulo. Toda propuesta de solución que pase porque la Unión Europea (UE), o varios de sus estados miembros, pacten acuerdos bilaterales o multilaterales con un “no-Estado”, está abocada al fracaso. Ello irá acompañado de inversiones, mucho dinero, que es altamente probable que llegue a bolsillos corrompidos, no a una autoridad que ejecute de buena fe el acuerdo concluido.

Aficionado a las redes

El Sr. Salvini, ese ministro del Interior italiano al que se le entiende todo, ha ido a Libia a entrevistarse con “algunas autoridades” para que impidan, literalmente, la salida al mar de las embarcaciones (por decirlo de algún modo) con migrantes. Salvini, como Donald Trump, es muy aficionado a las redes. Facebook y Twiter no tienen secreto para él, pero lo peligroso es que lo que dice y hace sintoniza muy bien con lo que quieren escuchar segmentos crecientes de las opiniones públicas de Italia y del resto de Europa.

El cuarto ángulo es la propia geografía europea. Tal como funciona hoy el flujo migratorio, no parece que países como Irlanda o incluso Portugal se vean nada afectados por el problema, por no hablar de la actitud totalmente cerrada de los países de la UE que provienen del antiguo “bloque soviético”. Ello pone totalmente al desnudo la principal debilidad de la UE como proyecto: es una organización internacional de estados, que en temas como el control de fronteras y migraciones no están dispuestos a renunciar a su soberanía estatal, que perciben como instrumento de control frente a imposiciones de Bruselas. No nos engañemos, al final el tema se ha convertido además en el problema electoral por excelencia.