LA CLAVE

Independentistas huérfanos

Contra Rajoy, los independentistas se las manejaban mejor. Con el guion cambiado, no pueden aterrizar de golpe en la realidad sin pasar por desertores o inanes, pero carecen de combustible para seguir volando hacia ninguna parte

El Rey Felipe VI junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y el presidente de la Generalitat, Quim Torra.

El Rey Felipe VI junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y el presidente de la Generalitat, Quim Torra. / periodico

LUIS MAURI

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La orfandad es un filón literario. El Mowgli de Kipling, el Twist de Dickens, el Mishkin de Dostoievski, la Eyre de Brontë, los hermanos Bartra de Marsé… También el apócrifo Lazarillo de Tormes y el Potter de Rowling. Maltratados, desamparados, los huérfanos se enfrentan con angustia a un mundo incomprensible, hostil o aterrador. Personajes literarios magnéticos, sus odiseas iniciáticas han conmovido a millones de lectores.  

La política es relato, pero no es literatura. En política, la orfandad (discursiva, de liderazgo, de oportunidad, de racionalidad…) no imanta ni fascina, más bien desencanta y repele. En política, la orfandad solo emociona y enaltece cuando disfraza su condición específica, cuando oculta su vacío.

El independentismo catalán se ha quedado huérfano. Y, lo que es más significativo, ya no está en condiciones de esconder esa pérdida. El discurso de la secesión exprés, feliz y gratuita se desplomó como un castillo de naipes: ni el Estado es impotente, ni la UE va a contribuir a crear un nuevo foco de desestabilización dentro de su perímetro, ni el capital apuesta por aventuras unilaterales.

Turquía, capital Madrid

Luego, el PP fue condenado por corrupción, la izquierda desalojó a Rajoy del GobiernoRajoy  y Sánchez se propuso devolver el conflicto catalán a la senda políticaconflicto catalán. Y así se vino abajo la otra bóveda argumental independentista, que presentaba a España como un país con una querencia irrefrenable por el autoritarismo. Turquía, capital Madrid, era la consigna.

Huérfanos de relato, los clanes independentistas ahora son presa de una desasosegante confusión. No pueden aterrizar de golpe en la realidad sin pasar por desertores o inanes, pero carecen de combustible para seguir volando hacia ninguna parte. Sánchez va a allanar la pista de aterrizaje. Se la juega en el empeño. Y si Puigdemont y sus pretorianos no lo impiden, la nave secesionista volverá a tomar tierra. Pero antes habrá gesticulación sin tasa, como las pintorescas vacilaciones de Torra ante su encuentro con el Rey en Tarragona.

Contra Rajoy, los independentistas se las manejaban mejor. El registrador los ha dejado huérfanos.