La crisis catalana

Diálogo nunca es una palabra vacía

La posición del sentido común se ha abierto camino en un tráfico difícil entre posiciones cerradas que, más pensando en sus intereses electorales que en el interés general, no querían encontrarse

Reunión entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en junio del 2017, en el Congreso de los Diputados.

Reunión entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en junio del 2017, en el Congreso de los Diputados. / periodico

Joan Mena

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Las fuerzas del cambio, con Unidos Podemos y En Comú Podem al frente en el Congreso de los Diputados, en junio de 2017 plantamos la semilla de una moción de censura que echara a Mariano Rajoy, pero, sobre todo, a las políticas contra la gente del Partido Popular. Seguramente sin aquella semilla y el papel clave de Pablo Iglesias no habría sido posible la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno.

Del mismo modo, la apuesta, a menudo arriesgada e intencionadamente no entendida por algunos actores políticos catalanes, que el espacio de los comunes venimos haciendo desde hace tiempo por el diálogo como elemento nuclear en la resolución del conflicto político que vivimos entre Catalunya España es la pieza que ha allanado el camino que a hoy, junio de 2018, ya sean algunos ministros del Gobierno de Sánchez que hablen de acercamiento de presos, de libertad provisional y de diálogo con Catalunya.

La posición del sentido común, el sentido de la gente común, se ha abierto camino en un tráfico difícil entre posiciones cerradas que, más pensando en sus intereses electorales que en el interés general, no querían encontrarse. Ciertamente, el diálogo sería mucho más fácil si no tuviéramos líderes políticos y activistas sociales encarcelados por defender sus ideas políticas.

La apuesta por el diálogo

Con el éxito de la moción de censura a Rajoy y la recuperación del autogobierno de Catalunya a través de un Gobierno efectivo se abre la puerta del diálogo. El diálogo por el que siempre hemos apostado el espacio de los comunes. Por el contrario de lo que algunos han querido hacer creer, el diálogo nunca es una palabra vacía. Es, probablemente, la palabra más plena en democracia.

El diálogo es el componente clave, porque vislumbra voluntad por ambas partes, en cualquier mecanismo de resolución de los conflictos. No quiere decir cesión, no significa renuncia, ni siquiera quiere decir acuerdo. Pero significa voluntad política.

Una vez dibujado el escenario político que hace posible este diálogo, ahora hay que llenarlo de contenido desde sus tres vertientes, necesarias e interrelacionadas: institucional, político y ciudadano.

Cuando hablamos del diálogo institucional nos referimos a recuperar las negociaciones bilaterales que se deben producir entre el gobierno de la Generalitat y el Gobierno de España. Estas han sido abandonadas por los diferentes gobiernos españoles pero tampoco han sido exigidas por los últimos gobiernos catalanes.

Existen mecanismos constitucionales y estatutarios como la comisión bilateral Generalitat-Estado, la Comisión Mixta de Asuntos Económicos y Fiscales o la Comisión Mixta de Transferencias que permiten llegar a grandes acuerdos que delimiten claramente un horizonte de cambio, de progreso y de entendimiento.

El diálogo entre las fuerzas catalanas

Tan importante como el anterior es también el diálogo político. El diálogo entendido entre las fuerzas políticas que tenemos diputadas en ambas cámaras donde se representa nuestra soberanía en su encaje competencial: el Parlament de Catalunya y las Cortes Generales (Congreso y Senado). El diálogo entre las fuerzas catalanas ha permitido que 36 de 47 de los y las diputadas catalanas votáramos a favor de la moción de censura, una de las comunidades que más votos absolutos aportó contra el gobierno de Mariano Rajoy. Ahora, a través de este mismo diálogo, habría que buscar fórmulas para trasladar estas nuevas mayorías del Congreso al Parlament de Catalunya y poner el bien común en el centro de la política. Para poder hacer avanzar Catalunya en términos sociales, pero también en términos nacionales, hay que construir estas amplias complicidades y mejorar la vida de la gente.

La participación de la ciudadanía

Finalmente, también es fundamental apostar decididamente por el diálogo ciudadano. A través de mecanismos de participación y toma de decisiones conjuntas entre las fuerzas políticas, los agentes sociales y las entidades cívicas y culturales. En esta línea, la gente de Catalunya en Comú Podem en el Parlament hizo la propuesta de creación de una 'Mesa para el Diálogo' que nuestro portavoz, Xavier Domènech, propuso al Presidente de la Generalitat, Quim Torra. Esta formulación permitiría recuperar los grandes consensos internos de los que siempre ha hecho bandera nuestro país y que nos han servido para avanzar colectivamente.

La apuesta por el diálogo no es ningún punto de llegada, sino el punto de salida para el reconocimiento de Catalunya como nación

La normalización lingüística, ser una tierra de acogida o la lucha por la recuperación de las libertades son claros ejemplos. El diálogo ciudadano debe permitir recuperar el concepto de 'Catalunya un solo pueblo', no entendido desde la homogeneización de la forma de entender nuestro pequeño país, sino desde la concepción que, en la diversidad de origen, de lengua o de cultura de cada una de nosotros, nos unen los mismos derechos y las mismas libertades cosidas con el hilo de la cohesión. El diálogo ciudadano es el espacio de reencuentro que, más allá de las organizaciones propias, nos permitirá poner en valor los consensos de la mayor parte de la ciudadanía.

Este camino para el diálogo debe ir acompañado de pasos claros: libertad provisional para las personas encarceladas. Aunque es cierto que esto depende directamente de la Justicia, una medida imprescindible sería el traslado a las cárceles catalanas, e Instituciones Penitenciarias tiene competencias para hacerlo. Hay que tener claro, sin embargo, que el elemento más sustancial es que esta apuesta por el diálogo no es ningún punto de llegada, sino el punto de salida que nos lleve al reconocimiento efectivo de Catalunya como nación, con todas las consecuencias, dentro del estado plurinacional.