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El padre con superpoderes

Ensayos y películas de dibujos animados reflexionan sobre la paternidad

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Miqui Otero

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"Lo fácil de ser padre es partir de un estándar histórico tan lamentablemente bajo", escribe Michael Chabon en uno de los ensayos de su 'Manhood for amateurs'. Y entonces detalla la escena: el escritor sostiene la mano de su hijo de 20 meses en la cola de un supermercado, mientras tararea la canción del anuncio de sus cereales favoritos. Una abuelita lo mira embobada y, con el corazón al trote, le suelta: "Eres TAN buen padre". Cuando dice esto, el niño en realidad está masticando un cable de espiral, con un peinado de Einstein en Woodstock y con la cara embadurnada de chocolate. El padre reflexiona: "No sé lo que una mujer debería hacer para provocar que una desconocida le informara en un colmado de que es una buena madre. Quizás realizar una traqueotomía de emergencia con un boli Bic a su hijo mayor, mientras acuna al pequeño y compra comida sana para alimentar durante dos semanas al reparto completo de 'El rey león'".

Chabon, que acaba de publicar en EEUU otro librito maravilloso sobre el tema, titulado 'Pops. Fatherhood in Pieces', seguramente sería de los que irían a ver la nueva película de Pixar sobre la familia superheroica. 'Los Increíbles II' parte de la siguiente idea: reclaman a la madre (Elastigirl) para una misión que podría salvar el mundo, así que el padre debe quedarse en casa cuidando de sus tres hijos. Mr Increíble las pasa canutas evitando el apocalipsis en su hogar.

Muchos han celebrado esta "inversión" de roles tradicionales, pero otros han subrayado que, en realidad, perpetúa el cliché del padre torpón e incapaz. Ambas cosas son ciertas. Yo mismo acaparé ayer miradas desmayadas de dos señoras en una terraza por darle un simple palito de pan a mi bebé (mientras, ojo al cliché, en la otra mano sostenía una cerveza y miraba de reojo un Inglaterra-Túnez). También he recibido regalos como una bolsa para el carrito de la marca Walking Mum (hemos tapado ese "mamá caminante" con una chapa de un grupo de garaje), una camiseta de 'Mi padre es un superhéroe' (quizás por calentar un bibe en el micro) o un 'body' que bromeaba con la ineptitud masculina para ponérselo al niño (flechitas para indicar dónde iba cada extremidad). Mientras todo esto suceda, incluso lo más normal parecerá increíble y, por tanto, será aún muy poco.

No es casualidad que el nuevo libro de Chabon coincida con que hasta Disney (y eso que series como 'La casa de Mickey Mouse' son más retrógradas que las asignaturas del Movimiento) redefina la heroicidad paterna. Otro ensayo reciente es 'El gesto de Héctor' (Taurus), el libro definitivo que repasa la prehistoria, historia y actualidad de la figura del padre. El gesto en cuestión lo hace el guerrero troyano cuando se quita el yelmo (su hijo lloraba porque el brillo lo deslumbraba) para poder abrazar al niño y luego elevarlo sobre su cabeza (desearle un futuro mejor).

No estamos en la antigua Grecia y las tareas se reparten, pero lo difícil no es lo que haces (que es todo lo que puedes y al 50% de tu pareja), sino lo que abandonas (y ahí sí luchas contra tu ego, tu vanidad, tu ambición). Joseph J Rotman, por ejemplo, dedicó 'An introduction to algebraic topology' a sus hijos: "... sin los que habría acabado este libro hace dos años". Chabon también explica que un novelista mayor le dijo que cada niño que nace es un  libro menos que escribes. Yo estoy escribiendo una novela, incluso a veces visto look superheroico mientras lo hago (los calzoncillos a la vista, como Superman). Pero, como Héctor, intento sacarme los cascos (no el casco bélico, sino los auriculares con los que me aíslo con música) para abrazar a mi bebé, sostenerlo sobre mi cabeza y susurrarle que jamás se le ocurra ser ni escritor ni autónomo: "No tengo ni idea de para qué sirve esto que hago, hijo. Y no veas qué lío con la declaración de la renta. Tú sé realista: astronauta y ministro. O buen padre".