Con el agua al cuello
Las mismas ondas que incendian la política italiana son las que podrían terminar con Merkel
Carlos Carnicero Urabayen
Periodista.
Carlos Carnicero Urabayen
La canciller de Alemania vive estos días con el agua al cuello. Sí, es un agua más amable que la que separa África de Europa, la que hace naufragar a migrantes desesperados y aterroriza a otros tantos que logran tocar sus agridulces costas. En todo caso, Merkel se juega todo para un político: mantener el poder. Macron, con quien ha celebrado una mini cumbre de urgencia, parece dispuesto a acudir en auxilio. Esta vez es Merkel quien necesita un rescate.
Como telón de fondo: una solución para las crisis migratorias; un formidable incendio político que aúpa a la extrema derecha y amenaza con transformar el sueño de una Europa ilustrada de rostro humano en fortaleza acorazada. El muro de Trump crece en este lado del Atlántico.
Matteo Salvini, ministro de interior fascista italiano, quiere hacer una lista de ciudadanos de etnia gitana para poder señalarlos y expulsar a los irregulares. El odio a la inmigración aupó a su partido, La Liga, en el poder. Ahora quiere mantener sus promesas de mano dura con el extranjero y tiene razones para estar crecido. Evitó que el Aquarius atracara en las costas italianas, vulnerando las leyes humanitarias. Ahora la Comisión y el resto de capitales guardan un vergonzoso silencio ante sus nuevos planes.
Aprendiz de Salvini
Las mismas ondas que incendian la política italiana son las que podrían terminar con Merkel, que gobierna en coalición con sus socios democristianos bávaros (CSU). Su líder y ministro del interior, Horst Seehofer, discreto aprendiz de Salvini, quiere expulsar de las fronteras a los solicitantes de asilo que hayan tramitado su petición en otro país; mano dura para preparar el terreno de las elecciones que Baviera celebra en octubre. Seehofer ha dado un ultimátum a Merkel de dos semanas. Después podría hacer caer su gobierno.
Merkel busca aliados para lograr un gran acuerdo para gestionar las olas migratorias en Europa que alivie la desproporcionada presión que vive Alemania y los países del sur por su sensible situación geográfica. Los Veintiocho siguen sin acordar un sistema común de asilo, a pesar de que llevan años negociándolo. La situación actual es insostenible, pero las dificultades son evidentes: nadie quiere ayudar demasiado porque el odio a la inmigración es la kryptonita favorita de los populistas sin escrúpulos.
Pero Macron tiene razones para arrimar el hombro. Si cae Merkel todos sus planes para impulsar una “Europa que proteja” caerían en saco roto. Precisamente la cumbre europea de finales de este mes debe abordar la tan esperada reforma de la zona euro, un asunto sobre el que Merkel había dado hasta ahora muestras de la mejor ortodoxia alemana – "nein es nein - y sobre el que Macron ha puesto todos sus empeños. Ahora Merkel parece dispuesta a ceder. Un complicado compromiso sobre inmigración y reforma de la zona euro podría despejar el camino, aunque no parece que los vientos sean favorables para quienes de verdad cruzan el Mediterráneo con el agua al cuello.
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