Pequeño observatorio
¿Es curable la diarrea verbal?
La alternancia equilibrada 'hablar-escuchar-hablar' es un arte difícil
Josep Maria Espinàs
Periodista y escritor
Josep Maria Espinàs
Lo diré de entrada, pero sin contundencia: somos unos parlanchines que corremos el riesgo de convertirnos en charlatanes. Un charlatán es quien habla mucho sin sustancia, dice el diccionario. E inmediatamente aparece el primer problema: ¿quién decide que nuestras palabras no tienen sustancia? El charlatán está convencido, muy a menudo, de que lo que está diciendo o explicando es importantísimo, fundamental, imprescindible para poder ser entendido.
El diálogo se hace difícil si en vez de una intervención alternativa se produce la aparición de un 'okupa verbal'. De vez en cuando, la víctima del charlatán intenta hacer un agujero en ese muro, pero lo más probable es que quede sepultado. La alternancia equilibrada 'hablar-escuchar-hablar' es un arte difícil. Como saltar y caer, subir y bajar.
Años atrás me pidieron que fuera a dar una charla. En un barrio, en un pueblo. No me pedían una conferencia sobre un tema que yo conociera bien, sino que a partir de una breve introducción mía, o de la organización del acto, se ponía en marcha un fenómeno parecido al caos.
Supongo que la moda de las charlas nació de repetidas experiencias de conferenciantes más o menos expertos en una materia pero notablemente aburridos. El 'conferencianismo' se impuso tanto que nació esta expresión: "si no das una conferencia alguien te la dará".
Es cierto que ha habido algunos conferenciantes famosos, que han dominado el uso del vocabulario y el arte de dosificar determinadas palabras y acentuar las sílabas más significativas de su discurso. Había gente que iba a escucharlos más por las magníficas inflexiones de la voz que por el contenido de las ideas. Yo he vivido la época en que diversas entidades culturales organizaban charlas que, a menudo, eran una reacción contra la oficialidad franquista.
Una charla debe ser fiel a un patrón, a un orden. A las palabras no les gusta el caos.
Y han inventado una palabra que descalifica a todos los charlatanes impertinentes: la palabrería. La palabrería me hace pensar en una evacuación enfermiza de palabras.
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