Análisis

Los días de Marte

Con la complicidad de Rajoy, Cospedal y Santamaría han tenido tiempo de cultivar su enemistad, pero no de preparar la guerra, que será cruenta y fugaz

María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría, en una imagen de archivo correspondiente a los actos del Día de la Comunidad de Madrid.

María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría, en una imagen de archivo correspondiente a los actos del Día de la Comunidad de Madrid. / periodico

José Luis Sastre

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Los martes son los días de Marte. Primero, Dolores de Cospedal anunció su candidatura tras pasear por su trayectoria como presidenta autonómica y como ministra de Defensa y acabar con reminiscencias de Luis Aragonés: “Victoria, victoria, victoria”. Luego, Soraya Sáenz de Santamaría expuso su experiencia en la gestión como aval ante su falta de sostén orgánico en el partido: “Somos todos compañeros”. Marte era el dios de la guerra y el PP notó este martes esos temblores, como si no fueran ellos los que venían de aplaudir a Mariano Rajoy cuando les pidió una carrera de altura y sin heridos. En los últimos años, con la complicidad de Rajoy, Cospedal y Santamaría han tenido tiempo de cultivar su enemistad, pero no de preparar la guerra, que será cruenta y fugaz. Guerra relámpago. Rajoy dejó que la cosa llegara a este punto jugando al ‘todavía estoy con ganas de presentarme’ y, al final, le ha pasado lo que a su propio partido, que lo ha atropellado su época.

El PP denostó siempre a los partidos asamblearios y criticó las primarias de los demás, que solo servían para que se abrieran en canal. Cuando la moción de censura le echó, Rajoy se convirtió a la democracia directa: era indigno que otro presidente fuera investido por los mismos diputados que le habían votado a él. Fue un primer trance, por el que al PP le dejó de valer la democracia representativa y parlamentaria frente al voto directo de las urnas. Ahora viven en el segundo trance y no tendrá más remedio que someterse a un proceso de primarias que no tuvieron más remedio que instaurar.

Ahí tienen ahora al PP, probándose las nuevas hechuras, sin querer que llamen primarias a sus primarias y tratando sin éxito de que no hubiera batalla interna, sino candidatura única. No ha podido ser: al PP lo ha atropellado su tiempo y vivirá unas primarias tan disputadas, o más, como aquellas que criticó.

Símiles bélicos y hasta futbolísticos

Las crónicas como esta se han llenado de símiles bélicos y hasta futbolísticos, que de alguna manera habrá que aprovechar el Mundial. Pero es normal, porque la incertidumbre interna era un terreno ignoto en el PP, agarrado al eslogan de que son el primer partido de España, un partido de orden de repente atribulado. Los miedos que surgen sobre una posible ruptura del partido son los miedos que otros también tuvieron en los procesos internos a los que acaban de sobrevivir, desde el PSOE a Podemos. Deben de ser los miedos que provocaron las lágrimas de Feijóo, que dio varias vueltas antes de descartarse, sin querer decir lo que al final dijo. Pero esos miedos, esa guerra de la que hablamos los periodistas secos de metáforas mejores, son la señal del tiempo, efectos de aquello que se conoció como ‘nueva política’.

Esta incertidumbre es el peaje para quien quiera tener autoridad en adelante. Viene una guerra que será cruel y ya veremos si limpia, que no será ideológica sino de poder, que convertirá todos los días en martes, pero es el efecto de la democracia. Que como es impredecible y se decide más allá del aparato tiene riesgos, claro. Más los tendría que los cuchillos que han quedado a la vista se siguieran usando a escondidas.