Enseñanzas de escaladores en el debate soberanista

Lecciones para 'desescalar'

El símil alpinista, tan pronunciado por los madriles en el conflicto catalán, es tramposo: bajar a campos a 6.000 o 7.000 metros para atacar después la cima es 'descender', no 'abandonar'

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Josep-Maria Ureta

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"En 1989, Jordi Canyameres y Quico Dalmases intentaban el Dhaulagiri por la ruta checoslovaca. El sexto día, a 7.600 metros, el tiempo cambió de repente. Al límite de sus fuerzas, tuvieron que tomar una decisión totalmente personal: cómo querían morir. Quico optó por la cima y Jordi, por descender por una vertiente de la montaña que no conocía".

Aquella aventura himalayista de hace 30 años que el presidente de la Unió Excursionista de Vic, Jaume Anglada, rememoraba hace unos días, en un centro cívico del Montseny, como ejemplo de previsión en deportes de alto riesgo, a diferencia de los de aventura que apenas requieren entrenamiento, acabó con la desaparición eterna de Dalmases y con la salvación de Canyameres con congelaciones en parte de sus extremidades. En esa misma capacidad de adaptación se inscribe la decisión de Ferran Latorre, también de Vic, que en 1999 tuvo que abandonar el asalto al Gashembrun 1 por falta de información meteorológica. Muy cerca, en el Gashembrun 2, una cordada vasca hizo cumbre gracias a disponer de datos meteorológicos. Más tarde, en el 2015 Latorre pudo coronar el Gashembrun 1, su noveno ochomil con el apoyo de una cordada multinacional. El previsor Latorre es uno de los contados alpinistas que ha hollado los 14 ochomiles del planeta.

El Cercle d'Economia ha aportado uno de los documentos más sólidos que se han elaborado para desatascar el contencioso entre Catalunya y la peor versión del centralismo

Las metáforas de escaladores utilizadas con poco tino por políticos y opinadores, como antes se hizo con las marineras, inundan nuestro guiñol de comunicación espumosa. Y, tras el no pronosticado cambio político español en 15 días, vuelven los símiles himalayistas a cuenta del contencioso catalán, y de otras acampadas propiciadas por  el PP. A tanta diligencia en rescatar temas pendientes por el Gobierno Sánchez le llaman 'desescalar'. Por favor, no insulten a los escaladores: saber renunciar al ataque final de la cima esperando tiempo favorable es descender a campamentos ya asentados a 6.000 o 7.000 metros. No es abandonar.

La triste experiencia de Dalmases, en contraste con la de Canyameres, y la de Latorre de 1999, invitan a regresar al resguardo del campamento de las posibilidades de progreso político, cuando  Sánchez ha recuperado el debate de cómo se puede vivir en comunidad con la vista puesta en las municipales del 2019.

Cabe recordar la coincidencia con que a finales de mayo el Cercle d'Economia aportó uno de los documentos más sólidos que se han elaborado para desatascar el contencioso entre Catalunya y la peor versión del centralismo. Una ruta innovadora que acumula un sinfín de datos climáticos. El título del documento no es para echar cohetes en vigila de Sant Joan ('Propuestas para mejorar la convivencia y el autogobierno'), pero es uno de los mejores pronósticos para saber explorar otras vías de acceso a la cumbre deseada por la nueva mayoría del catalanismo. No es por desanimar (o sí), pero este texto se basa en una sesión del Cercle del 4 de abril en la que nueve catedráticos de distintas universidades españolas –desde el muy influyente Santiago Muñoz Machado hasta, ¡sí!, Francesc de Carreras- presentaron sus ideas sobre cómo los catalanes podrían sentirse cómodos en otro Estado de derecho constitucional.

Entre el rechazo y la cerrazón de los extremos

Una ruta de solo nueve folios. Propone que se acuerde un nuevo Estatut complementario de la Constitución española pero que acoja y blinde todas aquellas competencias que nadie, nunca jamás, pueda inferir (en el sentido de causar daño) desde el poder centralista. La acogida de esta meritoria propuesta ha sido la previsible: entre el rechazo, con la matriz de aquellos militares africanistas del 36 que aún domina la opinión centralista; y, del otro lado, la cerrazón de quienes desde los astilleros activos con rumbo a Ítaca están convencidos de que no atacar la cumbre de la república inmediata, desoyendo la meteorología, es poco menos que traición.

Aunque algunos periodistas de información económica y política califican aún al Cercle de "lobi empresarial" -no comprueban que en su junta dominan los académicos (filósofos e historiadores incluidos)- lo que propone este documento es buena referencia de que al Himalaya hay que ir con escaladores expertos, o sea, saber distinguir entre riesgo y aventura.

Por lo demás, el malicioso término 'desescalar', tan pronunciado últimamente allá por los madriles es, como siempre, tramposo: así se refieren los médicos para retirar el exceso de fármacos. O sea, proponen volver al campo base y regresar a casa. Mal consejo para un país de himalayistas con experiencia. Acampar en la melancolía, como decía Jorge Wagensberg, es como alegrarse de estar triste.