OPINIÓN

El fallo de lealtad de Piqué

Da la sensación de que el central se siente más una empresa asociada que un empleado de lujo del club, y sus intereses no siempre coinciden

Gerard Piqué en un entrenamiento con la selección española

Gerard Piqué en un entrenamiento con la selección española / periodico

Albert Guasch

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Conviene decirlo por adelantado por lo que vendrá después. Gerard Piqué es un tipo admirable en muchos sentidos. Pleitesía por su inteligencia y su capacidad de exprimir las horas con proyectos de naturaleza variadísima y que lo han convertido en una figura que trasciende ampliamente los contornos del fútbol. Un personaje universal. Encima –doblemos esa admiración– parece siempre pasárselo la mar de bien con todo aquello que acomete.

Pero aquí conviene hablar de principios y Piqué tendrá que explicarse mejor porque a primera vista parece haber sido desleal. Siendo benévolos, ha incurrido en un conflicto de intereses. Se diría que no ha sabido medir la incompatibilidad de su negocio particular y la negociación por Griezmann del club de su vida.

Ha sido cómplice de un rechazo. Ha participado con su productora de un juego basado en una decisión contraria al equipo en el que él milita. Griezmann ha fallado a la postre contra Piqué y sus opciones de ganar títulos. Y Piqué se ufana de ello en Twitter. Palomitas para ver cómo se deja en evidencia a los que manejan el club; palomitas ante la incapacidad de atraer al delantero francés. No es como el caso Neymar, pero lo roza.

Directivos enojados

No estamos hablando de habilidad comunicativa, ni de futbolistas encontrando una nueva e innovadora manera de explicarse a la gente, ni siquiera se trata de sortear o no a los viles medios de comunicación, que a estas alturas de partido, ya ves. El tema no debería ser ese. La cuestión es que Piqué se ha permitido juguetear con una decisión que no involucraba al Atlético y el Madrid, sino el Atlético y el Barça. Hay una diferencia. 

Piqué explicó ayer que en cuanto se enteró de la decisión, la misma mañana del anuncio, informó al club. Que no ocultó información vital, y que nada podía hacerse ya para que Griezmann cambiara de opinión. Entramos en una cuestión de fe. Pero la verdad es que ayer había unos cuantos directivos del Barça enojados. Y que un abatido Bartomeu tuvo que llamarle a Sochi para abordar el incendio interno y externo. 

Como máximo responsable de la institución recibió sus golpes por un fichaje fallido que creía tener atado y bien atado. Los hipercríticos hablan de ridículo y de falta de conocimiento de sus estrellas.

En realidad el peso de la critica debería dirigirse precisamente a la permisividad de todos estos años hacia los jugadores y que han facilitado esta iniciativa por libre del central. Da la sensación de que Piqué, como posiblemente Messi y hasta Umtiti, se siente más una empresa asociada que un empleado de lujo del club. Sus intereses no siempre coinciden.  

Abuso de confianza

Nadie espera sanciones. Piqué es mucho Piqué. Al fin y al cabo es el jugador que abrió el contacto con Rakuten. No obstante, Bartomeu se expone a que los abusos de confianza de los reyes del vestuario prosigan. Hace falta, señalan muchos, un Cruyff, alguien con autoridad. O, más contemporáneo, un Rubiales.

Mejor confiar, pues, en que Piqué no se guardó nada. Suficiente con la burla de las palomitas. Solo faltaría queMessi, que hace pocos días regaló los oídos al francés para seducirle, se sintiera también en evidencia.