Pequeño observatorio
Los músicos siempre vuelven a Marata
El oído, además de avisarnos de los ruidos, puede ser un receptor de placer
Josep Maria Espinàs
Periodista y escritor
Josep Maria Espinàs
Deseo que el concierto de Marata fuese un éxito. Supongo que a los lectores de este artículo, en general, no les será familiar el nombre de Marata. Es el nombre de un pueblo de Les Franqueses del Vallès, un municipio con una antigua historia. ¡Ya se hablaba de él en el año 940! Hay una notable casa fortificada y gótica, la del núcleo de la población.
Pero si hablo de Marata no es pensando en su antigüedad, sino en su actualidad. Desde hace años se celebran en Marata unos periódicos conciertos de notable interés. ¿Por qué que puedo decirlo? Porque cada verano recibo el programa del próximo concierto que se celebrará. Hace ya muchos años, digo, porque en Catalunya siempre nacen iniciativas que se ponen en marcha, pero no todas resultan vencedoras con el paso del tiempo.
Este año -y confío en que no haya habido ningún problema- el programa ha sido este: concierto a cargo de Christian Chivu (violín) y Magdalena Cristea (violonchelo). Son músicos con un currículo internacional notable, y no puedo dejar de sorprenderme por el contraste. Unos músicos que han tenido una notable presencia en Viena, en Praga, en el Festival de Música Rusa, en Roma y en Múnich han aparecido, hace pocos días, en Les Franqueses del Vallès.
Todo esto me lleva a pensar en una calidad humana muy importante: la capacidad de impulso. Naturalmente, los animales tienen impulsos. Pero, en el caso de los animales el impulso es obligado para atacar una posible presa, es decir, para vivir. Todos los impulsos que sienten los animales, son necesarios. Ningún animal se detiene para mirar el paisaje. Los humanos tenemos capacidad contemplativa. Y el oído, además de avisarnos de los ruidos, puede ser un receptor de placer. Un escritor dijo: "Hay tres cosas que siempre he querido y nunca he comprendido: la música, la pintura y las mujeres". Quizá es cuestión de insistir. Es lo que hacen los que periódicamente son recibidos en Les Franqueses del Vallès.
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