ANÁLISIS

Las veleidades de Griezmann

El circo de silencios, insinuaciones y equívocos no hacen más que indisponer a la hinchada del Atlético y el Barça

Griezmann posa para unos aficionados en un entrenamiento en Clairefontaine.

Griezmann posa para unos aficionados en un entrenamiento en Clairefontaine. / periodico

Albert Guasch

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En verano del 2010, la cadena ESPN le organizó a Lebron James un megalómano programa especial. ‘The decision’, se llamó. Un show televisado pensado para que la estrella de la NBA desvelase en directo el equipo en que iba a jugar en las temporadas venideras.

Lebron había alimentado el misterio en las semanas precedentes. ¿Se quedaba en Cleveland, el equipo de su casa, admirado como el héroe local, o se iba a Miami Heat, donde se encontraría con un puñado de estrellas que le aseguraban prácticamente los títulos y la gloria que ansiaba?

Durante 75 minutos, casi 13 millones de telespectadores se engancharon a un espacio que discurrió alrededor de las dudas de la superestrella, de sus ambiciones, de sus sentimientos, de sus sueños… De dinero no hacía falta. En ambos lados se iba a forrar. Todo un programa sobre una decisión que a la postre fue duramente criticado por el mundo del deporte de EEUU. Quien más quien menos vio un ejercicio de ‘vedettismo’ superlativo.

Fan de la NBA

Antoine Griezmann solo le falta a estas alturas que una cadena de televisión le organice un espectáculo similar. Griezmann, como Lebron en su día, alimenta el suspense con un circo de silencios, insinuaciones y equívocos que no hacen más que indisponer a las dos hinchadas.

Griezmann dice saber ya qué hará, dónde jugará, pero en una rueda de prensa para el recuerdo, de expectativas defraudadas, dijo que no era el momento aún de levantar el telón y descubrir qué camiseta se esconde detrás de su juego. Griezmann, tan fan de la NBA, no parece haber aprendido de Lebron.

Formas cuestionables

Se le entendía perfectamente el dilema al delantero francés. Ser estrella de un solo club y ser adorado eternamente o olvidarse del papel de cabeza de león a cambio de empezar a inflar su palmarés. Las presiones de la familia –dicen que su mujer vasca está muy arraigada en Madrid- ayudaban a empatizar todavía más ante su indecisión. Pero una vez ha despejado la incógnita interna, el juego comienza a irritar.

Lebron, como es sabido, optó al final por unirse al conglomerado de estrellas de Miami. “Me llevo mi talento a South Beach”, soltó en una de esas frases que, por la vía sarcástica, ingresó en el habla popular norteamericana. Años después diría que se arrepintió de las formas, pero no de su decisión. Obviamente, empezó a ganar anillos.

El día de mañana Griezmann se juzgará a sí mismo. Ya no puede hacer mucho para salvar la veleidosa gestión del anuncio. Le cabe ahora no equivocarse en la decisión. Medirá su ambición.