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Lo simbólico

Pedro Sánchez, después de ganar la mocion de censura, el pasado 1 de junio en el Congreso.

Pedro Sánchez, después de ganar la mocion de censura, el pasado 1 de junio en el Congreso. / periodico

José Luis Sastre

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Antes de que se conociera el gobierno de Pedro Sánchez, el PP calentaba la banda de la oposición con el argumento de que el nuevo Ejecutivo, además de conducir al apocalipsis, sólo podría lo simbólico. Se entiende que era un desdén y que al decir “lo simbólico” se referían a gestos intrascendentes, a diferencia de otros gobiernos que condecoraban a las vírgenes y cantaban el novio de la muerte. Lo simbólico importa: hay más mensaje en una promesa sin crucifijo que en la declaración prefabricada de un dirigente. También lo hay en que un presidente se largue de una comparecencia sin aceptar preguntas, como hizo Sánchez nada más llegar a la Moncloa. Lo simbólico indica la idea del mundo que tiene cada protagonista.

Al sucederse los sobresaltos de manera tan abrupta, corremos el riesgo de que los hechos se instalen sin que los asimilemos y vivamos fuera de nuestra propia época. Se han producido todas las circunstancias –reyes que abdicaban, políticos que dimitían, estallidos de corrupción, caídas de intocables, investiduras que no salían, independencias proclamadas luego de ser suspendidas, sentencias, procesos y encarcelamientos– hasta desembocar en un Gobierno de última hora del que se señala su precariedad, 84 diputados de 350. Durará poco, se dice. No habrá tiempo para que haga nada. “Un gabinete de pasarela” que sólo podrá lo simbólico.

Ocurre, pese a los cantos más agoreros, que ha cambiado el concepto del tiempo y ahora los días se alargan. Aunque hayas amanecido en los jardines de la Moncloa, la noche puede sorprenderte en el reservado de un restaurante, ahogando la pena de abandonar no ya el Gobierno, sino el poder. A los días les caben más de 24 horas y a los meses más de 30 días, de manera que en plena aceleración de los tiempos a Sánchez se le presenta la oportunidad de señalar el principio de una época. El final de otra época ya fue a señalarlo José María Aznar, dispuesto a “refundar el centroderecha” español en el que sería el primer caso práctico en el que se refunda algo hacia el pasado, en vez de hacia el futuro.

Desde que cayó el bipartidismo, esta es la primera vez que se da la alternancia en el Gobierno. Supone un cambio de coordenadas y Sánchez ha mandado las primeras señales, consciente de la oposición que le presentarán PP, Ciudadanos y también Podemos, como corrió a advertir Pablo Iglesias. Al Gobierno le espera “un calvario”, según vaticinó el mismo secretario general de Podemos que salió de la moción de censura al grito de ‘Sí, se puede’. Entonces, ¿qué margen le quedará a Pedro Sánchez? Le quedará lo simbólico, eso a lo que en otras partes llaman la política. Por ejemplo: “Si las cosas empiezan a cambiar poco a poco –hay que tener la mirada larga pero el paso corto–, si se renueva RTVE, si se derogan los aspectos más lesivos de la ley mordaza, si se aplican los permisos iguales e intransferibles, si se ejecuta lo presupuestado contra la violencia machista, si se empiezan a desbloquear cosas mandaremos un mensaje a toda la sociedad”. Quedará lo simbólico. La cita, por cierto, es de Íñigo Errejón.