Dos miradas

Escarbar

Somos nosotros y nuestra manera de contemplar esta intimidad arrebatada a los presos de Estremera lo que convierte la realidad en obscenidad

Oriol Junqueras, en la prisión de Estremera

Oriol Junqueras, en la prisión de Estremera / ARA.CAT

Josep Maria Fonalleras

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Escribía Baudrillard que "cuando las cosas se vuelven demasiado reales, entonces nos encontramos ante la obscenidad". No es solo el acercamiento a la realidad sino la indecencia de la mirada que proyectamos sobre ella. En cualquier ficción, sabemos identificar los comportamientos de un recluso. Su vida rutinaria, su vestimenta - informal o reglamentaria -, su léxico, la manera de comportarse con los demás presos, la 'decoración' de la celda. Entramos en esta intimidad con la garantía de la ficción, es decir, con la posibilidad de salir más o menos ilesos, aunque los referentes sean reales.

El simulacro (pensamos que vemos cómo se vive en una cárcel) nos aporta verdad, porque la propia verdad (el caso de las filmaciones clandestinas e ilegales de Jonqueras, Forn y Romeva) puede llegar a ocultar que no hay verdad, es decir, que solo nos aproximamos a ella de manera circunstancial, anecdótica. Del simulacro, sin embargo, salimos sin heridas. De la verdad (aunque sea en una aproximación tangencial), salimos tocados, con la mácula de la mirada pornográfica que hemos proyectado, porque la pornografía radica sobre todo en la mirada sobre lo que debería permanecer oculto. Es decir, somos nosotros y nuestra manera de contemplar esta intimidad arrebatada a los presos de Estremera lo que convierte la realidad en obscenidad. Y, a sabiendas, por eso hay quien escarba en sus vidas y trafica en su vida carcelaria.