Análisis

Gente con prejuicios

Los periodistas de la tele llevamos aparejado como un estigma de frivolidad, de vacuidad, que es hora de ir revisando.

Màxim Huerta promete el cargo como ministro de Cultura y Deportes.

Màxim Huerta promete el cargo como ministro de Cultura y Deportes. / J. J. GUILLÉN

Cristina Pardo

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“España es muy injusta, a veces, con la gente que destaca. Nos gusta mucho criticar (…). Pero bueno, desahoga mucho”. Detrás de estas palabras se encuentra el nuevo Ministro de Cultura y Deporte, Màxim Huerta. Las pronunció en una entrevista, en 2014, cuando ya había publicado varios libros. Vienen al caso por las furibundas críticas que ha provocado su elección como miembro del Gobierno de Pedro Sánchez. No tengo ni idea de qué tal lo hará Huerta como ministro. Igual es un desastre. O no. Aquí estaremos para ponerle verde si es necesario. El caso es que me parece imposible que sepan ya qué tal lo va a hacer todos los que le han criticado en el minuto uno, dando muestras de un elitismo profundamente injusto. Por un lado, creo que subyacen algunos prejuicios por su pasado televisivo. Parece que sólo se puede ser una persona seria si escribes en un periódico o hablas por la radio.

Los periodistas de la tele llevamos aparejado como un estigma de frivolidad, de vacuidad, que es hora de ir revisando. Màxim Huerta empezó presentando informativos y un día le brindaron la oportunidad de cambiar a uno de los programas más importantes de la parrilla de Telecinco, el de Ana Rosa Quintana. El hoy ministro era la misma persona y el mismo buen o mal periodista cuando narraba los atentados contra las Torres Gemelas, que cuando debatía a media mañana sobre gente encerrada en una casa o concursantes abandonados en una isla. Él mismo ha explicado que el cambio le provocó una crisis personal, porque tratar temas que no entran habitualmente en el Telediario le hacía sentir incómodo, como alguien superficial, totalmente fuera de lugar. A mí me parece que lo reseñable no es si Huerta hablaba en ese programa de cosas intrascendentes, sino que fue capaz de adaptarse al entorno y hacer muy bien su trabajo. Por otra parte, no conozco a tanta gente capaz de abandonar la tele cuando tiene un trabajo fijo, un buen sueldo y le va bien. Él lo hizo. Y eso dice mucho de la persona.

Al margen de los prejuicios por su pasado televisivo, creo que también hemos asistido en las últimas horas a prejuicios por los libros que ha escrito. Son, por regla general, novelas de amor, que tratan de indagar en las relaciones humanas. Habrá quien considere que son mucho mejores y más profundas las obras de Nietzsche, por ejemplo. Yo misma lo pienso. Pero sugerir, como han hecho algunos en los medios de comunicación y en las conversaciones de bar, que por escribir esos libros no se merece un ministerio, me parece horrible. En España, hemos tenido responsables de Cultura que no sabían quién era Santiago Segura o que confundían la expresión latina “dixit” con el ratón Dixie, compañero de Pixie en sus aventuras animadas.

En las primeras horas de su mandato, Huerta ha demostrado que tiene sentido del humor, riéndose de sus tuits antiguos. Tiene reflejos y habilidad para la comunicación, porque no ha rehuido las polémicas que le persiguen. Creo que merece la pena esperar y ver.