Las relaciones de España con la UE

Por un impulso europeo

El nuevo Gobierno tiene la responsabilidad de convertirse y ejercer de gran interlocutor del sur de Europa

Votación 8 Sesión plenaria en el Parlamento Europeo.

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Javi López

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El nuevo gobierno socialista de Pedro Sánchez está enmarcado, puede que como ningún otro en la historia, en las coordenadas y el esquema europeos. Probablemente sea debido a la combinación del sino de los tiempos y la llegada del primer presidente políglota con experiencia en Bruselas. Por ello, cobra especial relevancia el impulso que puede otorgar a la agenda europea, una labor en la que tendrá margen de maniobra como miembro de pleno derecho del Consejo, y donde reclamará protagonismo en las necesarias reformas en marcha de la Unión Europea. ¿Cuál es la agenda del nuevo Gobierno de España en la Unión?

Tratará de mantener la buena relación que Rajoy ha cultivado con Berlín, la capital más poderosa del continente. El mayor legado del Gobierno saliente es un importante activo a proteger, pero esta vez desde la autonomía política, pues cuenta con un importante potencial renovado. La vocación europeísta y el claro respeto a nuestros compromisos económicos, reforzados con los nombramientos y la autoridad de los Ministerios de Economía y Exteriores de los que ha tomado buena nota toda Europa, allanan la relación con un país obsesionado con la ortodoxia presupuestaria y el riesgo moral. Pero sin duda, la histórica y especial relación entre el SPD, socio de gobierno, y el PSOE, creado a imagen y semejanza de su amigo alemán, puede jugar un papel crucial en nuestras relaciones con el actor hegemónico en la UE.

El calamitoso escenario italiano

El nuevo Gobierno tiene la responsabilidad de convertirse y ejercer de gran interlocutor del sur de Europa. Este rol siempre lo había disputado con Italia, pues esta otra potencia del corredor mediterráneo contaba a su favor con un importante peso demográfico y el privilegio de ser socio fundador. Hasta ahora, eso había explicado que la república de Mattarella ocupara lugares de máxima influencia dentro del entramado comunitario.

Ahora España puede aprovechar el calamitoso escenario italiano para ganar peso y poder en la orientación estratégica de Europa. El verdadero 'experimento Frankenstein' se encuentra en Roma, un gabinete populista, xenófobo y euroescéptico que es visto como una verdadera amenaza a la estabilidad europea. El nuevo Gobierno italiano aumenta el riesgo de embestidas de los mercados -lo vimos en la semana de la moción de censura-; pero representa también la oportunidad de convertirnos en el interlocutor meridional para las reformas del euro.

El Gobierno de Sánchez debería apoyar la agenda de reformas de Macron para la moneda única y la UE, una discusión en marcha que se cristalizará en el consejo de finales de junio. El presidente francés es quien tiene la propuesta más sólida de reformas de la UE y claramente beneficia a aquellos que, como España, se ven perjudicados por las disfunciones de la moneda única. Su agenda va a tener muchas resistencias y debería merecer todo nuestro apoyo.

España debería
apoyar la agenda de reformas planteada por Macron para el euro y la UE

Deberíamos apostar nuestro peso político y económico, con el 'brexit' al alza, por reforzar la agenda francesa en Bruselas. Al mismo tiempo, el Gobierno socialista español deberá conjugar el apoyo a la agenda de Macron con no compartir familia política. De hecho, todo parece indicar que este la está construyendo sobre la base de la competencia con la familia socialista, mientras atrae para sí la 'plataforma ciudadana' de Albert Rivera, el aspirante al álter ego de Macron en España.

Motor de la socialdemocracia

En este contexto, España puede reformar y cohesionar la alianza ibérica erigiéndola como motor de la socialdemocracia y del conjunto de la izquierda europea. El gabinete de Sánchez se convierte en el mayor gobierno de la socialdemocracia europea, algo de enorme relevancia, y las sinergias con Portugal deberían apuntalar una referencia para toda Europa con el potencial de liderar su familia política en Bruselas y las discusiones de la reformas de Europa. Eso otorgaría mucho poder a Sánchez y a España en la UE; el proceso electoral europeo de 2019 y el posterior reparto de cartas en las instituciones europeas podrían materializar esta creciente influencia.

Al mismo tiempo, como país, podríamos ejercer de contrapunto y antítesis de las crecientes democracias iliberales del este de Europa. ¿Por qué? España, con una sociedad y un sistema político europeísta, abierto y amigable con la inmigración como pocos, podría potenciar ese papel. La mayor muestra de ello es no tener extrema derecha en el Parlamento español, una auténtica anomalía en nuestro contexto. El ejercicio visible de este rol tendría réditos en términos de influencia en las decisiones de la UE. Este Gobierno conformado en el marco europeo debería servir para reclamar el protagonismo perdido en la última década. Su debilidad parlamentaria no tiene por qué afectar en ese terreno, pues en Europa, el gabinete de Sánchez solo tiene camino por delante que recorrer. Un campo, de hecho, donde España se juega su futuro y donde siempre anheló encontrar su destino.