El nuevo Gobierno

Prudencia y modernidad socialista

Sánchez podría haber optado por un gabiente de fieles pero ha optado por rodearse de referentes

Foto de familia de los ministros del Gobierno de Pedro Sánchez

Foto de familia de los ministros del Gobierno de Pedro Sánchez / periodico

Carlos Carnicero Urabayen

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El presidente Pedro Sánchez parece consciente del momento que vive. No debe resultar fácil para un líder que ha desafiado la lógica del poder tantas veces. 'No podía, pero pudo', podría ser el lema de cada una de sus vidas en política. Ha dado un revolcón al sistema político del país en una semana. Pero no, lejos de confundir su llegada a la Moncloa como una victoria electoral más, parece actuar de forma prudente en sus primeros pasos, consciente de que tendrá que ganarse la presidencia cada día. Discreción y pocas celebraciones. Buena señal.

La lógica constitucional de la moción de censura es inapelable. El Parlamento elige al primer ministro –aunque en nuestro sistema se llame presidente– y debe ser capaz de retirarle la confianza y buscar un reemplazo si es necesario. Rajoy estaba agotado y Sánchez pilotó una coalición que dijo basta a la corrupción sistémica. Pero una cosa es armar voluntades para el 'no' a la Gürtel y otra afirmar la coalición del 'sí' a Sánchez cada día desde la Moncloa, no solo para lograr mayorías en el Congreso sino aceptación social en un país acostumbrado a votar para cambiar de Gobierno.

La formación del Gobierno lanza señales positivas. Hay una delgada línea entre la prudencia y los complejos. Sánchez no la ha cruzado. Podría haber buscado un gabinete reducido de fieles del PSOE, dispuesto para gestionar unos meses sin hacer mucho ruido, pero en su lugar ha optado por rodearse de referentes de la sociedad española; mentes libres que le podrán hacer sombra, decir "no" si discrepan y "adiós" si se hartan.

El “Gobierno de los mejores” de Sánchez rompe con uno de los grandes males que han divorciado a la política de los ciudadanos: la indisimulada hegemonía de los burócratas de partido, que hablan y razonan en términos similares sobre cómo y cuándo mantener el poder de lo pequeño. Del talento y la pluralidad como sospecha que acompañaban al PSOE se ha pasado al Gobierno galáctico. No está nada mal.

La modernidad del Ejecutivo, con presencia récord de ministras (11) frente a los ministros (6), bagajes mixtos del sector público y privado, nacional e internacional, identidades sexuales diversas, opera como un dardo en la cansina retórica franquista del 'procés'. La obsesiva caricaturización de la España del churro, toros y panderetas produce más risa que nunca en este nuevo tiempo.

La presencia de Borrell, látigo del independentismo, y de Grande-Marlaska, juez con pedigrí en la lucha antiterrorista, borran de un plumazo los análisis que caricaturizaron la llegada de Sánchez como la traición a la España constitucional en medio de su peor desafío. Diálogo sí, pero desde luego no son estos actores a los que uno imagina rompiendo el país.

Pero quizás la noticia de más amplio recorrido es el orgulloso europeísmo del nuevo Gobierno. En medio de los repliegues nacionales que son moda en este continente y más allá, España muestra al mundo que su modernidad evoca lo mejor de los valores europeos que hoy viven cuestionados.