'Cada vell té la seva vida de vell'

Pienso que la mayoría de las personas tienen un interés muy escaso, o inexistente, para hablar de la muerte. Esta mayoría está profundamente inmersa en su deber vital, que es crecer, progresar, explorar todo lo que esté a su alcance.

Reconozco que no es nada fácil incorporar una vida creciendo a unas ideas y unas costumbres que ya están consolidados por generaciones.

No soy sociólogo pero oso suponer que la longevidad de la especie humana puede provocar unos problemas importantes en el ámbito social.

Sube la edad media

Parece que la edad media de los humanos ha ido alargándose gracias a varios factores y, muy especialmente, el progreso de las ciencias y el descubrimiento de los productos y hábitos terapéuticos. Hablando en general, nuestra especie crece. La palabra 'longevidad' describe, hoy, este fenómeno de prolongación de la vida. Hace unos cuantos años conocí un mallorquín, o menorquín, que tenía más de 120 años y me recibió leyendo el diario. Y trepaba un poco para coger higos.

Puede haber un ingrediente de fantasía cuando se habla de alguien que nació en un tiempo muy lejano y sin control de fechas. Hoy vivimos en un mundo lleno de certificaciones.

El presente es muy poderoso y fabrica escritos, y esto significa que no es necesario que la memoria acumule muchísimas fechas. Nos movemos en espacios perfectamente documentados.

Ya han perdido fuerza las suposiciones y ahora se puede saber cuántos centenarios hay en el mundo y que en Japón ha muerto un hombre que tenía 125 años.

Se ha dicho que un hombre o una mujer no son viejos si no se sienten viejos. Es una mentira que se dice con buenas intenciones. Y por no utilizar la palabra 'viejo', que quizás no gustará, se ha inventado la expresión 'edad avanzada'.

Termino con una divertida frase de La Rochefoucauld: "A los viejos les gusta dar buenos consejos para consolarse de no poder dar malos ejemplos".