Al contrataque

La pequeña posibilidad

Sánchez y Torra a tienen una pequeña oportunidad para arreglar algo las cosas, introducir racionalidad, tranquilizar a los españoles no sectarios y mejorar la situación de los catalanes, de los soberanistas y de los que no lo son

Pedro Sánchez, en la Moncloa.

Pedro Sánchez, en la Moncloa. / periodico

Antonio Franco

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Pedro Sánchez y Quim Torra son dos enemigos que quisieran ganar sin ceder pero saben que es imposible tanto lo de ganar absolutamente como lo de no ceder. Con todo, tienen una pequeña oportunidad para arreglar un poco las cosas, introducir racionalidad, tranquilizar a los españoles no sectarios y mejorar la situación de los catalanes, de los soberanistas y de los que no lo son. Ahora lo que conviene es que nadie se ponga nervioso o imponga prisas porque sería ilógico que no continuasen las tensiones. Si ellos dos quisieran intentarlo deben ser coherentes y han de salvar la cara frente a sus propias retaguardias. Por eso tiene sentido que desde un lado se urja la liberación de los presos y que desde el otro se impida que los 'consellers¡ hagan traspasos de poderes propagandísticos en las mismísimas cárceles españolas.

Una desaceleración racional nunca es un frenazo. Pasan cosas que ayudan (el fiscal general ya no es un hombre de Rajoy y Catalá y no lo elegirá Rafael Hernando, el hombre más lamentable de esta crisis). Posiblemente se reabrirán con fines lícitos representaciones catalanas en el exterior similares a las de otras autonomías, posiblemente se replanteará desde Madrid si la prisión preventiva de los no juzgados puede continuar aplicándose con tanta irracionalidad. Cabe esperar asimismo del otro lado, poco a poco, también algunos pasos como el de pasar a hablar de la república como una aspiración y no una realidad y dejar de decir desde el Govern que no se puede renunciar a una posible unilateralidad. Con cosas así sabríamos que vamos hacia alguna parte a pesar de que Sánchez Torra están bajo la doble vigilancia de la derecha española más intransigente y del conglomerado de la CUP y el soberanismo más radical.

La pequeña posibilidad de avanzar tendría que hacerse a través de gestos bastante discretos y susurros argumentados. La mayoría absoluta del Congreso que echó a Rajoy puede respaldar ese camino si enfrente el independentismo respeta la Constitución. Pensar cualquier otra cosa o exigir prisa continuaría demoliendo la convivencia. De entrada, el diálogo solo puede iniciarse sobre la forma de empezar a pensar juntos, mientras se encauzan temas importantes y claros (infraestructuras, financiación, lengua, confirmación del modelo escolar...). Tienen razón quienes creen que los que desean que la primera conversación en vez de versar sobre la reforma de la Constitución trate del derecho de autodeterminación ya han renunciado al diálogo. Torra anuncia que no piensa rendirse. No se trata de eso. Sánchez con toda seguridad no le pedirá ni sonrisas ni que deje de ser independentista sino que gobierne cumpliendo las leyes y con todos los catalanes juntos y dentro.  Es un horizonte estrecho pero es el único sin más bofetadas.