LA CLAVE

Guerra poco comercial

Trump.

Trump. / periodico

Albert Sáez

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Donald Trump ha abierto una guerra comercial sin precedentes. Los frentes abiertos con China y con la Unión Europea (UE) son de final incierto. Su obsesión con la recuperación de la industria automovilística puede poner en peligro el admirado liderazgo de los Estados Unidos en tecnología digital, en servicios avanzados, en comunicación o en biotecnología. La mirada corta de Trump puede rematar el liderazgo político de los Estados Unidos ya diezmado tras los fracasos en Irak. Porque este desafío no le va a salir gratis. La renuncia de Estados Unidos es mucho más profunda de lo que aparenta. Va contra la línea de flotación del orden mundial que estableció Wilson hace un siglo. La libre circulación de mercancía era un antídoto contra el exapanismo militarista. Tras la Segunda Guerra Mundial, quedó claro que para conquistar los mercados no hay que conquistar militrmente los territorios. Pero ahora Trump vuelve a lo peor de los imperios coloniales: cierre de fronteras. Pero aquí, igual que con el brexit, cuando se cierran lo hacen en las dos direcciones. De manera que el paro norteamericano simplemente va a cambiar de zona geográfica, sin arreglar nada más. Empeorándolo.

Trump no se está equivocando. Sabe perfectamente lo que hace. La dinastía Bush se saltó las reglas pero no las cuestionó. La actual administración norteamericana las intenta pulverizar. Y la suya es una guerra política, no solo comercial. Lo que pretenden es ahondar en la unilateralidad y entrar en la dinámica que su antecesor Wilson quiso evitar: equiparar las zonas de libre comercio con las zonas de influencia política. Putin le secundará en ese empeño, China lo hará a regañadientes y la peor parte se la llevará la UE que no ha sabido generar áreas de influencia postcoloniales. En resumen, más incertidumbre en un mundo cambiante. El único consuelo es pensar que en realidad Trump es el último coletazo de un mundo que se acaba y no el inicio de un tiempo nuevo. En noviembre puede empezar a caer. La UE dbería saber mantener el pulso, como mínimo, hasta las elecciones intermedias.