Análisis

Una peligrosa aventura

Pedro Sánchez debe negociar y pactar mucho, pero si permite que le tuerzan el rumbo perderá cualquier posibilidad de salir vivo

Pedro Sánchez durante la recepción al presidente de Ucrania.

Pedro Sánchez durante la recepción al presidente de Ucrania. / periodico

Marçal Sintes

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Todo ha ocurrido extremadamente rápido: sentencia de la Gürtel, moción de censura, investidura de Pedro Sánchez, arranque del gabinete del president Quim Torra, levantamiento del 155. Y nos encontramos a la espera de saber o confirmar quién va a formar parte del nuevo Gobierno central.

Entre los independentistas -y entre muchos catalanes que no lo son- el pasado viernes fue un día de satisfacción, incluso de indisimulable regocijo. La forma en que el PP ha tratado a Catalunya ha causado estragos de todo orden. Por eso, su derrota se vivió también como un alivio, como el fin de una pesadilla.

Sin embargo, es ineludible que el Govern de Torra y el independentismo en general sea realista. Aunque quisiera -que está por ver-, Sánchez tiene poco margen de maniobra en relación al litigio catalán. Sí puede, en cambio, llevar a cabo "gestos", como le reclama el independentismo - empezando por Quim Torra-, para facilitar la distensión y el diálogo.

Dos fieros adversarios

A nadie se le escapa que Pedro Sánchez lo tiene realmente difícil, casi imposible. La coalición que le ha aupado es muy diversa y con proyectos heterogéneos. Además, el PSOE dista mucho de ser una piña y no son pocos los adversarios al acecho en el partido. Pero quienes no van a concederle ni un minuto ni a tener compasión son el PP y Ciudadanos, que competirán en fiereza. Para muestra un botón: mientras el PP se dispone a vengarse del PNV enmendando sus propios Presupuestos en el Senado, Ciudadanos ya reclama otro 155 -tan duro y represivo como pueda imaginarse- contra la Generalitat.

Ambos grupos van a atacar previsiblemente al Gobierno de Sánchez por el flanco de las políticas económicas, amén de dedicarse a poner en la picota aquellos programas sociales que el Gobierno se proponga impulsar. La cuestión de los símbolos y de la memoria colectiva son otras dos líneas probables de confrontación, así como, igual que ocurrió en la etapa de Zapatero, las medidas destinadas a ampliar el perímetro de los derechos y libertades de los españoles.

Criminalizar al independentismo

No obstante, la batalla más dura va a entablarse en torno a la cuestión territorial y la identidad. El PP - ahora sin el freno que suponía ocupar el Gobierno- y Ciudadanos van a insistir en criminalizar al independentismo, sin importarles -nunca les ha importado- ni los medios ni las consecuencias, pues su proclamado patriotismo es mucho menor que su ceguera y ambición.

Estoy convencido que de todo lo anterior es perfectamente consciente el presidente Sánchez. Lo difícil no es, en este caso, imaginar los vientos y las tormentas, sino ser capaz de mantener el rumbo. Por eso no debe dejarse impresionar o amedrentar, ni desde el PSOE, ni por sus actuales aliados en el Congreso, ni por PP y Ciudadanos. Tampoco por los aparatos del Estado, los grandes medios de comunicación o los poderes económicos. Sánchez debe negociar y pactar mucho. Pero si permite que le tuerzan el rumbo, si le falla la determinación, habrá perdido cualquier posibilidad de salir políticamente vivo de esta peligrosa aventura.