Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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El psicópata integrado y la estafa emocional

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Cuando Úrsula conoció al guapísimo Joaquín, ella no podía creerse la suerte que había tenido. Le llevaba a cenar a los restaurantes más exclusivos, le hacía unos regalos increíbles, le enviaba los mensajes más poéticos. A los seis meses, ya vivían juntos. Sí, todo muy rápido, pero, al fin y al cabo, se dijo Úrsula, hombres así solo se encuentran una vez en la vida y, como la ocasión la pintan calva, mejor cogerla por los pelos de los sobacos si hace falta.

Al año de conocerse, él le regaló el anillo de compromiso. De oro rosa, de Cartier, 3.000 euros. Exactamente una semana después, Úrsula llegó a casa y se encontró con que Joaquín se había llevado todas sus cosas. Y le había dejado una carta diciendo que estaba intensamente deprimido, que necesitaba tiempo para pensar. Nunca más le cogió el teléfono. No respondió a un solo mensaje. Úrsula y Joaquín se habían conocido por internet, así que apenas tenían amigos comunes. Úrsula llamó a la única amiga de él cuyo número de teléfono tenía. No hubo respuesta.

Entonces reparó en detalles a los que no había concedido mayor importancia. Joaquín casi no tenía sentido del olfato, apenas parpadeaba, nunca dormía más de cuatro o cinco horas y entonces era como si le hubiesen desconectado, apenas se movía. Cuando ella hablaba, él se la quedaba mirando con una extraña fijeza que ella interpretaba entonces como arrobamiento y éxtasis y que ahora recuerda más bien como la de la serpiente que hipnotiza a su presa. También recuerda que él nunca tenía miedo. Una vez estuvieron a punto de matarse en un accidente de tráfico. Úrsula esquivó de milagro al coche que casi choca con ellos y finalmente chocó su propio coche contra la barrera de la autopista... Úrsula estaba llorando y temblando de la impresión, Joaquín se puso a gritar enfurecido y a soltar todo tipo de imprecaciones. No estaba asustado, estaba furioso.

Joaquín era un psicópata integrado o subclínico.

Cuando ahora Úrsula lee '50 sombras de Grey' ve en el señor Grey un retrato de Joaquín. Controlador (Grey le pone a Anastasia un geolocalizador en el teléfono sin decírselo a ella); triangulador  (la examante de Grey está siempre sobrevolando la relación, y Anastasia nunca se siente segura); manipulador ( Grey habla de su horrible infancia para que Anastasia sienta pena); homófobo («te he querido dar unos azotes desde que me preguntaste si era gay»); enfermizamente celoso… Úrsula se pregunta hasta qué punto la sociedad no entroniza a los psicópatas integrados, hasta qué punto nadie la preparó para ver lo evidente, más bien al contrario. Úrsula cree que a las mujeres les atraen los psicópatas porque la sociedad los apoya y los legitima.

Cuando Úrsula lee ‘50 sombras de Grey’ ve en el señor Grey el retrato de Joaquín: controlador, triangulador, manipulador, homófobo y celoso

La psicopatía está socialmente aceptada, sobre todo en determinados ámbitos laborales. El director de banco que le vende a unos ancianitos unas preferentes o unos activos tóxicos sabiendo que se juegan sus ahorros, el abogado que defiende a un asesino y no tiene duda sobre la culpabilidad de su cliente, el periodista que miente a sabiendas porque no quiere que la realidad le estropee un buen titular, el político que se compra un máster como quien se comprar un bolso, o el cirujano que no tiembla al hacer una operación a vida o muerte a un niño de dos años,  ya que en el fondo la vida de ese niño le da igual. La mayoría de los abogados, periodistas, cirujanos y directores de banco no son psicópatas, pero son campos en los que es más fácil que un psicópata prospere. La psicopatía integrada predomina en personas de alto estatus social, económico y profesional.

Tres años después, Úrsula volvió a ver a Joaquín. Pero no cara a cara. El rostro de Joaquín apareció en una publicación de Facebook. Tirando del hilo, Úrsula descubrió que Joaquín estaba casado, que ya lo estaba cuando se conocieron. Pero que su mujer había pasado un año haciendo un doctorado en Estados Unidos.

Úrsula no puede demandar a Joaquín. Joaquín no ha cometido ningún ilícito penal. Ni siquiera yo puedo escribir aquí el nombre de Joaquín, porque violaría su intimidad y atentaría contra su honor, o eso diría un juez. Joaquín no le robó a Úrsula, no le pegó. Pero sí es cierto que durante un año la aisló de amigos y familia, la manipuló para que se dedicara exclusivamente a él, y le hizo creer que pasarían juntos toda la vida.

Úrsula necesitó dos años de terapia para superar esa historia.

Nadie la va a indemnizar por eso.

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